El sábado decidí acudir a la Feria del Libro, organizada por el Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, acompañado de mi hija Azeguiñe y mis nietos Suriñe y Logan. Acudí a los aparcamientos, antes de acceder a la zona donde estaban colocadas las 20 casetas de libreros. Por cierto, un lugar más grande que el pasado año. Enhorabuena a los organizadores por pensar en la difusión de la lectura y en congregar más personas cada año.
Pensaron en el acceso a este evento cultural pero olvidaron la accesibilidad. Este es un derecho que implica la real posibilidad de una persona de ingresar, transitar y permanecer en un lugar, de manera segura, confortable y autónoma. Ello implica que las barreras de entorno físico deben ser suprimidas. Normalmente hay cuatro plazas en la biblioteca Gloria Fuertes, pintadas de azul, reservadas para personas con alguna discapacidad con permiso para aparcar en esos lugares. Lo lógico, sería haber ampliado las plazas pintadas de azul al esperarse mayor afluencia de público al contar con más espacio y más casetas, y no lo contrario. Las cuatro plazas para personas con problemas de movilidad se quedaron en dos, ya que las otras dos estaban bloqueadas con vallas.
Después de dar vueltas buscando una plaza de aparcamiento cercana, mi hija, que se quedó esperando, me avisó de que se iba uno de los coches aparcados en las dos únicas plazas de azul disponibles. El año pasado me pasó lo mismo, pero opté por quitar la valla y aparcar en una de las dos plazas azules tapadas. Un organizador me llamó la atención pero al verme bajar del coche, entendió que era lógica mi decisión. No todo el mundo entiende la accesibilidad como la capacidad de aproximarse, acceder, usar y salir de todo espacio o recinto con independencia y facilidad.
Mientras comprábamos libros y comics y paseábamos por el recinto en esa mañana soleada, recordé el día que se presentó la nueva etapa de la revista Zarabanda, en el salón de actos del Edificio Atrio, sede de la Empresa Municipal de la Vivienda. No pude bajar a sentarme porque había muchas escaleras y muy pronunciadas. Más que barreras parecían muros de contención.
Hace unos días acudí a mi sesión de fisioterapia, en el polideportivo Cerro del Telégrafo, y el ascensor estaba averiado. Me ha pasado más veces. Tuve que subir a pulso, con el inconveniente de que el pasamanos en muy ancho y no lo puedo coger bien con la mano por su grosor. El que lo diseñó pensó que era decorativo y no para ayudar al que tiene problemas de movilidad y usa el pasamanos para acceder a una zona más alta en las mejores condiciones posibles. ¿Por qué situar una zona de masajes en una parte alta y no a pie de calle, pensando en todos? y ¿por qué este servicio médico deportivo está, en el otro polideportivo, en manos privadas?
También me vino a la mente, mientras paseaba por la Feria del Libro, en los exteriores de la Biblioteca Gloria Fuertes, que, tras la ampliación de los carriles-bici (cuestión que comparto aunque fui critico por hacerse sin consultar con nadie), se colocaron plazas de aparcamiento para bicicletas, algunas donde había lugares pintados de azul para personas con problemas de movilidad. Yo recuerdo dos, a las que acudía con regularidad para ir a una tienda de libros y/o tomar una cerveza y un pincho.
También recuerdo el día que me tocaba fisio y no pude aparcar por estar bloqueadas las entradas por una celebración deportiva. Al salir, me encontré con la concejala responsable, Mónica Carazo, a la que trasmití mis quejas por bloquear las plazas azules para personas con discapacidad. Creo que las entendió y que, seguramente, tendrá en cuentas las necesidades de las personas diferentes a la hora de programar cualquier actividad.
Antes, todas mis quejas se las comunicaba por WhatsApp a Pedro del Cura, pero ya no es alcalde, y no tengo la misma confianza con nadie del Ayuntamiento.
Estoy convencido de que este próximo fin de semana, con ocasión de los juegos escolares, a nadie se le ocurrirá anular las plazas pintadas de azul, aunque solo sea para que a ningún responsable municipal se le ponga la cara roja de vergüenza por no distinguir entre acceso y accesibilidad.