OPINIÓN

Seguridad ciudadana, miedos y exclusiones

El despeñadero del Atrio

Un Servicio de Atención a la Ciudadanía del Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid se encuentra en el Edificio Atrio. Había visitado el restaurante ubicado en el exterior de este complejo municipal en varias ocasiones.

Entré una vez a esta oficina para acudir a la presentación de Diario de Rivas, que tan dignamente dirige Celia. Fue en la planta principal y no noté nada extraño, que sí percibí en el momento que entré al salón de actos con ocasión de un acto de presentación del nuevo diseño de la revista ripense Zarabanda.

En esta ocasión, bajé en ascensor hasta la en la planta -1 y entré en la sala. Mi extrañeza y sorpresa fue quedarme al borde del precipicio porque para acoplarme en algunas de las sillas vacías (todavía quedaba media hora para el comienzo del acto cultural) tenía que bajar escaleras nada accesibles. Era una rampa con una acentuada verticalidad y sin un mísero pasamanos. No había otra manera de sentarse donde todo el mundo que despeñarse por el precipicio.

Según la RAE, despeñadero es un ‘precipicio o sitio alto, peñascoso y escarpado, desde donde es fácil despeñarse“. También, ‘riesgo o peligro a que alguien se expone”. Recordé lo que se ha avanzado en derechos de las personas con discapacidad, desde aquellos años durante la época de florecimiento de las primeras civilizaciones: los espartanos de la antigua Grecia, arrojaban desde el Monte Taigeto a las personas con discapacidad, pues no querían que “en su bella y floreciente civilización” existieran personas diferentes. En las antiguas culturas primitivas se abandonaba y dejaba morir a los niños deformes o discapacitados.

Yo no me arrojé al vacío, solicité una silla y presencié el acto aparte del resto del centenar de personas que acudieron al acto de Zarabanda, entre ellas, ediles locales, la alcaldesa y demás. A todos les dije, con educación, desde la diferencia de ser tratado diferente en un local municipal que debería cumplir y respetar las leyes de accesibilidad, que esto no se hace. Nadie pareció ver esta discriminación en directo una anormalidad, más allá del anormal que afeaba en público a concejales diestros y siniestros este recuerdo del pasado.

Esto mismo lo he vivido en las sedes del PSOE, PP, Ciudadanos y demás. Recuerdo hace años, en un acto de Podemos en un local en Lavapiés, en la etapa en la que Ramón Espinar tenía mando en plaza, donde había más escaleras que respeto a la accesibilidad, que me quejé en alto de la situación. Una chica que dijo ser no sé qué cargo de la formación morada, me preguntó que si también me quejaba en actos de partidos de derechas. Todo se tranquilizó con la intervención de Clara Serra, quien le aclaró que en estos temas no tengo dudas ni diferencias ideológicas. No hace mucho me recordó la lideresa de Cs, Begoña Villacís, que el día que nos conocimos, en una sede que había cerca de la calle Sagasta, le dije de todo menos guapa después de subir tres pisos a pulso (no había ascensor). Varias veces he proferido gritos en la sede de Génova del PP por el mismo asunto. Lo raro es que nadie del Gobierno municipal ni de la oposición se dieran cuenta de esta anormalidad.

Mi propuesta es que el próximo Día Internacional de las personas con Discapacidad (3 de diciembre) se celebre en el Atrio y que los actos electorales sobre este colectivo de todos los partidos también se realicen en este local municipal. Si no se ha corregido la situación, al menos podremos recordar desde el despeñadero del Atrio que en las antiguas culturas primitivas se abandonaba y dejaba morir a los niños deformes o discapacitados. Todavía no se ha cambiado la Constitución para eliminar el término ‘disminuido’.

En esas estamos.


Nino Olmeda, periodista y persona con alguna discapacidad.

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