Go, del tablero a la inteligencia artificial
Artículo de Eduardo Moreno y Sara Robisco para la sección El Abrazo del Oso.
Artículo de Eduardo Moreno y Sara Robisco para la sección El Abrazo del Oso.
Artículo de Yolanda Barreno Carnicero en la sección El Abrazo del Oso.
Texto: Adrián González García Para esta historia en la que acabaremos hablando de gasolina, tenemos que empezar desde un punto aparentemente muy alejado, el de un científico de la Universidad de Chicago, Harrison Brown, al que se le ocurrió que para averiguar la edad del planeta Tierra se podría datar la edad de los asteroides, pues son cuerpos rocosos que han estado girando alrededor de nuestra estrella desde el origen del Sistema Solar sin sufrir ningún tipo de cambio. Con este fin se propuso aplicar una técnica de datación radiométrica del Uranio-Plomo en minerales procedentes de meteoritos. Así, le encomendó este trabajo a Georges Tilton, al que pidió trabajar con el uranio, y al verdadero protagonista de este relato: Clair Patterson, que tendría que aplicarse con otro elemento: el plomo. En su trabajo, nuestro protagonista, Clair Patterson se pasó 7 años realizando las mediciones que le habían pedido, pero al mismo tiempo descubrió algo preocupante: en la atmósfera terrestre había muchos átomos de plomo ¿De dónde vendrían? ¿Y cuál sería su efecto en la gente? Fue entonces cuando descubrió algo que quizá no sea tan sorprendente si se mira con perspectiva: lo poco que se sabía en aquel momento sobre el efecto del plomo atmosférico en los seres humanos era erróneo o engañoso, pero claro, resultó que la mayor parte de los estudios que hablaban sobre este tema habían sido financiados por fabricantes de aditivos de plomo para la gasolina. Estamos ante un caso similar al del tabaco y el cáncer de pulmón o la quema de combustibles fósiles y el cambio climático. Así Patterson llegó a la conclusión de que la mayor parte del plomo atmosférico debía de proceder de los tubos de escape de los coches, pero tenía que demostrarlo. De algún modo tenía que encontrar una evidencia de que en los años 50 la cantidad de plomo atmosférico era mayor que antes de 1923, año en el que se empezó a producir a escala comercial el plomo tetraetílico de la gasolina con plomo. A Patterson se le ocurrió que podía encontrar la respuesta en los testigos de hielo. Y es que hay lugares en el mundo, como la Antártida o Groenlandia, en los que la nieve se acumula año tras año. En estos lugares la nieve que se deposita en verano no es del mismo color que la del invierno, por lo que, si clavamos en el suelo una barrena y extraemos un cilindro de hielo, también llamado testigo de hielo, podremos contar los años gracias a estas diferencias de coloración. Además, en el hielo de los glaciares quedan atrapados gases que existían en la atmósfera en el momento en el que se depositó la nieve, por lo que esta técnica nos permite ver cómo ha evolucionado la concentración de gases en la atmósfera a lo largo del tiempo. Pero ¿Qué se encontró Patterson en los testigos de hielo? Logró determinar la concentración de plomo atmosférico a nivel global en los últimos cientos y miles de años, llegando a la conclusión de que antes de 1923 prácticamente no había plomo en la atmósfera de nuestro planeta y que desde ese año su concentración había ido creciendo de forma constante y peligrosa. Cuando Patterson comprobó que los aditivos de plomo de la gasolina eran los responsables del plomo atmosférico, se propuso hacer lo que fuese necesario para lograr que se retirase el plomo de la gasolina. Pero claro, la industria tenía muchos contactos en los gobiernos del mundo, especialmente en el de los EEUU y Patterson vio como le retiraban parte de los fondos con los que financiaba su investigación: el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos y el Instituto Americano del Petróleo cancelaron sendos contratos que tenían con su grupo de investigación. Pero la cosa no quedó ahí. Los miembros del consejo de administración del Instituto Tecnológico de California comenzaron a sufrir presiones de parte de directivos de la industria del plomo para que callasen a Patterson o directamente que lo echasen. La presión fue tan intensa que incluso fue excluido de la comisión del Consejo Nacional de Investigación que se creó en 1971 para investigar los peligros del envenenamiento con plomo atmosférico, a pesar de que en aquel momento Patterson ya era reconocido como el mayor especialista en este tema en todo el mundo. Patterson ya sabía que la gasolina con plomo era perjudicial para nuestra salud en los años 50 del siglo pasado, pero en EEUU se siguió utilizando durante 30 años más y aquí, en Europa, casi otros 20 años más debido a intereses económicos. Y ese es el motivo por el cual personas como la que os escribe y la mayoría de los lectores, aún tengamos en nuestro organismo más plomo del que debiéramos. Y es que, por suerte, Patterson no cedió y gracias a su trabajo en 1970 fue aprobada la Ley del Aire Limpio y en 1986 logró que se retirase del mercado toda la gasolina con plomo en los EEUU. El efecto fue que en unos pocos años se redujo en un 80% el nivel de plomo en sangre de la población estadounidense. Y como decimos, en España la cosa aún tardó mucho más, seguimos utilizando la gasolina con plomo hasta el 1 de agosto de 2001. A partir de ese día este combustible fue prohibido por una directiva de la Unión Europea. La gente que convivimos en Europa y en EEUU con la gasolina con plomo tenemos ya mucho menos plomo en sangre que hace 20 años, pero aún tenemos mucho más plomo del que tenía la gente de hace 150 años y es que hay una parte de ese plomo que ya nunca saldrá de nosotros. A pesar de la enorme contribución de este importante científico, Patterson murió en 1995 sin reconocimiento alguno. Es posible que ese sea el precio de ir en contra de ciertos poderes. Sirva este breve artículo como homenaje y recuerdo a alguien que hizo tanto por la humanidad. Más divulgación
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