Texto: Ángel González
En estos días estamos asistiendo al resurgimiento de Donald Trump, un personaje que de todos modos nunca terminó de desaparecer de la esfera política o de los medios de comunicación de masas.
Y es que, a sus 78 años, ha entrado como elefante en cacharrería en su segunda etapa de gobierno como el 47º presidente de los Estados Unidos, con lo que llama la atención ver cómo se mantiene en una sociedad tan voluble y cambiante como la nuestra un control férreo por parte de nuestros mayores, que se resisten a soltar las riendas del poder. No olvidemos que Trump llega poco después de que Joe Biden dejara la presidencia con 81 años.
A esto se le suma que llega al poder de nuevo a pesar de los obstáculos legales. Llegó a enfrentar 91 cargos por delitos graves en dos tribunales estatales y dos distritos federales, imponiéndose con el apoyo del ala más conservadora del partido republicano bajo otra curiosa circunstancia, y es que parecía que cuanto más le acusaban, más subía en las encuestas… pero bueno, de esto también sabemos mucho en España.
¿Es este un ejemplo adecuado de gerontocracia?
Lejos quedan los tiempos aquellos en los que la tribu se sentaba junto al anciano jefe para que compartiera con ellos su experiencia y sabiduría en torno a la hoguera. Tiempos en los que sus hazañas de juventud le habían llegado a granjearse un lugar respetado y venerado por la comunidad en la que vivía. Era, en mi opinión, una forma muy diferente de lo que es la gerontocracia actualmente.
Pero bueno, tendríamos que preguntarnos qué es la gerontocracia e identificarla como un fenómeno social y político en el que el poder, la toma de decisiones y la influencia se concentran en manos de las personas de avanzada edad (y, por lo visto, abultada cartera). Como decía, estamos en tiempos muy diferentes y aunque ya no nos congregamos al caer la noche en torno a nuestro anciano líder, al calor del fuego, sí que vemos que no es raro encontrarse con presidentes de gobierno, jefes de estado o altos mandatarios que tienen ya edades avanzadas.
Pero veamos algunas características de la gerontocracia.
Poder y toma de decisiones. Las personas mayores tienen un control importante sobre la toma de decisiones políticas, económicas y sociales, manifestándose en la participación activa en el gobierno, la ocupación de puestos de liderazgo o la influencia en la formulación de políticas.
Valor de la experiencia. La gerontocracia parece querer valorar, al menos sobre el papel, la experiencia acumulada por la persona a lo largo de los años sobre la creencia de que los individuos mayores tienen una comprensión más profunda de la historia, la tradición y la cultura, lo que los convierte en los más aptos para liderar y dirigir la sociedad.
Conservadurismo. Es habitual observar cómo las gerontocracias no hacen gala de innovación o de tomar decisiones rompedoras con lo establecido. Tienden a ser conservadoras en sus políticas y enfoques. Esto se debe, en parte, a la resistencia al cambio que suele acompañar a las personas de edades avanzadas (siempre hay excepciones, claro), así como a la preservación de valores y patrones establecidos que han cimentado esa posición de poder en el pasado.
Respeto por la jerarquía de edad. Esta característica se puede haber devaluado un tanto en la sociedad actual en las que no existe tanto respeto establecido por la jerarquía de edad. La gerontocracia de manual implica que los más jóvenes deben mostrar deferencia y respeto hacia los más mayores y seguir sus consejos y orientación.
¿Y Qué ventajas proporciona esta forma de gobierno?
Estabilidad y experiencia. Entre las principales ventajas de la gerontocracia está la estabilidad que puede aportar a una sociedad. Asumimos que son líderes más experimentados y que, por ello, pueden tomar decisiones informadas basadas en el conocimiento acumulado a lo largo de los años. Esto, a menudo se refleja en una forma de gobierno más predecible.
Preservación de la cultura. La gerontocracia podría ayudar a preservar la cultura y las tradiciones de una sociedad al darle un peso significativo a la sabiduría de las generaciones de más edad. Esto puede ser importante para mantener la identidad cultural en un mundo en constante cambio, aunque luego vemos, que la generalidad es que primen los intereses económicos.
Conexiones y redes de contactos. Las personas de mayor edad a menudo tienen amplias redes de contactos y conexiones que pueden ser beneficiosas para una sociedad en términos de comercio, diplomacia y cooperación internacional. Bueno, y sobre todo beneficiosas para sí mismos, no hay que dejar eso de lado.
Pero también podemos analizar sus desventajas para reflexionar sobre el tema.
Falta de renovación/cambio. La gerontocracia puede obstaculizar la innovación y la adaptación a nuevos desafíos. La resistencia al cambio puede ser perjudicial en una sociedad en constante evolución.
Exclusión de la juventud. Concentrar el poder en manos de los más mayores, puede llevar a la exclusión de los más jóvenes que, al sentirse excluidos o viendo que no se hacen políticas pensando en ellos, lleva a una desvinculación política al no tener referentes en los que sentirse representados.
Estancamiento (posible). La gerontocracia puede llevar a un estancamiento en la toma de decisiones, ya que los líderes pueden aferrarse a políticas y enfoques obsoletos en lugar de adaptarse a las nuevas realidades.
En todo caso, en una sociedad amplia y compleja como la nuestra, no podemos permitirnos desaprovechar aquello que pueden aportar los jóvenes, pero tampoco nuestros mayores. Nos tememos que ante los nuevos retos que se nos presentan nos hará falta toda la ayuda posible. Esperemos que seamos capaces de encontrar el equilibrio perfecto.
Más divulgación cultural en nuestro podcast: www.elabrazodeloso.es