Durante el verano es típico comentar con otras personas cómo ha ido el curso para sus hijos e hijas. Y en bastantes ocasiones sale la cuestión de la suerte, “este año ha tenido una profesora que ha encajado muy bien y ha tenido un buen curso”, “Ha empezado en el instituto, con el tutor no podían ni hablar, menos mal que la de lengua les escuchaba y atendía cuando tenían problemas”, “Pues este año no he podido ni hablar con el profesor”, “Es que la profe no nos escucha, solo manda tareas”, “Todo el año enfadado y gritando”… : cada niño, cada niña, cada familia tiene su propia historia. Pero lo cierto es compartimos la idea de la trascendencia de tener un tipo de docente u otro.
En este nuevo curso, todavía con las limitaciones derivadas de la Covid-19, este aspecto cobra mayor importancia si cabe. Hace dos años pasaron medio curso en casa, el año pasado asistieron con distancia de seguridad y mascarilla, y este se presenta igual pero en grupo más numerosos al no mantener en Madrid los grupos reducidos.
Por ello, no es extraño que una de las inquietudes de estudiantes y familias ante un nuevo curso gira alrededor de ¿Con quién le tocará este año? ¿Qué profesor o profesora se hará cargo de la tutoría? Y todos esperan con ilusión que la suerte les acompañe. Y si tuviéramos que concretar qué significa tener suerte creo que estaríamos de acuerdo en que lo que queremos es que sea una persona que acepte a las criaturas y que las trate con respeto.
Es llamativo que algo que debería ser natural, y que por tanto no habría ni que decirlo, sea el aspecto principal de muchas de nuestras demandas. ¿Qué experiencias hemos tenido para que esto se produzca? ¿Qué imagen de escuela nos condiciona?
Entendemos que para tratar bien a una persona es imprescindible conocer, acoger, aceptar, respetar, dialogar… Por tanto, consideramos que todo eso debe estar incluido en una relación que pretenda ser educativa. Y una manera de resumirlo es decir que deseamos que nuestros hijos e hijas sean partícipes de una vivencia basada en la aceptación y en el respeto. Porque entendemos que a partir de ahí se pueden generar diálogos, intercambios, enseñanzas, procesos que ayudarán al alumnado a seguir creciendo y desarrollándose como personas.
Después podríamos ir añadiendo cualidades, capacidades, valores o detalles hasta completar el modelo ideal de cada familia haciendo las adaptaciones convenientes según la edad de sus hijos e hijas.
Sin olvidar, aparezca o no, la importancia de su capacidad de enseñar que no podemos dar por sobreentendida. Es importante que el docente esté abierto, que sea flexible, capaz de adaptar sus planteamientos a las necesidades de cada criatura, ofreciendo caminos para cada una de ellas, y no se limite a seguir un libro de texto de vía única para todos y todas.
En cualquier caso, lo que no entra en nuestras expectativas, pero que por desgracia nos encontramos en algunas ocasiones, son docentes que desde la distancia, la exigencia, el grito, la amenaza… mantienen una práctica alejada de las necesidades y derechos de la infancia a recibir una educación democrática que les ayude a formarse como ciudadanos y ciudadanas.
Por ello. Suerte en este inicio de curso.
Colectivo EQS – Miembros del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (http://www.mcep.es