Religión y política

Hace algunos días, desde Nueva York, Isabel Díaz Ayuso se extrañaba de que el papa Francisco hubiera pedido perdón por lo que ella considera una tarea histórica de evangelización-civilización del “nuevo mundo”. No entiende cómo la iglesia católica, además por boca de un papa de habla hispana, puede sentirse culpable por esta “gesta histórica de la hispanidad”.

Francisco, efectivamente, ha pedido disculpas al pueblo mexicano, a los pueblos indígenas por los abusos cometidos durante la Conquista, «por todos los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización» con motivo del 200 aniversario de la Independencia del país.

Algunas iglesias protestantes, igualmente, reconocen que, por la misma época Lutero, ante los movimientos de liberación de campesinos centroeuropeos sublevados contra la explotación económica y dominación política de sus señores, apoyó de manera inequívoca los intereses y la represión desatada por estos, en escritos como “Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos”

Por otra parte, en los escritos de  San Pablo  se nos viene a decir que hay que obedecer al poder constituido. No es de extrañar que en textos y prácticas de las iglesias cristianas como estos haya quienes, como Quentin Skinner, sitúen los fundamentos del pensamiento político absolutista.

En el Cuento de la criada, de Margaret Atwood, sobre la que se basa una famosa serie televisiva. En el prefacio, Atwood hace una reflexión sobre el teocrático régimen de Gilead:

«El régimen usa símbolos bíblicos, como haría sin la menor duda cualquier régimen autoritario que se instaurase en Estados Unidos: no serían comunistas, ni musulmanes».

La novela, y más aún si cabe la serie, son cuanto menos inquietantes. Sobre todo si la lees o la ves el año en la que un buen número de zumbados, entre los que no faltan integrantes de iglesias evangélicas, intentaron asaltar el Capitolio en Washington.

      Borges  ironizó sobre la afirmación de Jesús en el evangelio según San Juan 18,36: «Mi reino no es de este mundo». Si hay una religión que esté profundamente entrelazada con la política, esa es cristianismo, decía el ciego. Supongo que buscando la cita de Borges es como llegué a una serie de televisión argentina, El Reino, sobre un pastor evangélico metido a candidato presidencial. Corrupción, pederastia, asesiantos… La polémica que ha desatado en Argentina no ha sido pequeña

Evangélicos, sobre todos los pentecostalistas, se han expandido por América Latina. Expansión bien engrasada por dinero norteamericano. Muy conservadores, están detrás del triunfo de Bolsonaro o del golpe de estado contra Evo Morales. Quien quiera saber más, un artículo esclarecedor de Aleksandro Palomo  publicado en El Viejo Topo : “El nuevo despertar evangélico” 

Y en el Gilead hispano, reacciones como la de Díaz-Ayuso  propias de la retórica nacional-católica en que nos  adoctrinaron “por el imperio hacia Dios” se vuelven a escuchar y legitimar. Y a sectores de la iglesia católica patria también les resultan extrañas las declaraciones de Francisco. No está tan lejana una guerra civil que fue definida por los obispos como “cruzada en defensa de la civilización y la religión” y , al día de hoy, el alimento socio-político de muchos católicos no es otro la Cadena COPE, claramente alineada con la defensa de los intereses e ideología de las élites de poder nacionales y globales.

Llega octubre, llueve y   ya no hay tanto hueco para la teología política y el vínculo entre religión y política. En mi barrio, crematorios en San Fermín, residencias de mayores en Orcasitas, la zona libre de humos de la plaza Elíptica… reclaman atención. Acusadores, miran otros libros sobre el tema pendientes de leer. Y una pregunta me inquieta: ¿hacia dónde bascularán las iglesias cristianas (protestantes y católicos) en el siglo XXI?

José Ángel Ortuño

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