Medicina en Mesopotamia y el Antiguo Egipto
La Medicina actual ha avanzado enormemente en los últimos dos siglos: desde la asunción del método científico y la explosión de la biología como ciencia, nuestro conocimiento sobre el cuerpo humano y las enfermedades, así como nuestra capacidad para intervenir, han crecido exponencialmente. Sin embargo, la tradición de sanar es tan antigua como los propios humanos y mucha de la carga emocional, espiritual y vital de la salud sigue viva en nuestra civilización tras miles de años.
MEDICINA MESOPOTÁMICA: LAS PRIMERAS HUELLAS
Pasada la Prehistoria, donde por los restos óseos y arqueológicos de los que disponemos podemos saber que tuvieron que enfrentarse a enfermedades como la sífilis o la tuberculosis, y que ya desarrollaron primitivas prácticas de inmovilización de fracturas o la trepanación, tendríamos que comenzar este relato en Mesopotamia. Ya sabemos que “todo empieza en Sumer”.
Las fértiles tierras entre el Tigris y el Eúfrates fueron el lugar de las primeras grandes civilizaciones conocidas, y buena parte de la información sobre la práctica médica de esta era nos viene del Código de Hammurabi. Algunos de sus artículos se refieren al ejercicio de la medicina de forma detallada describiendo los honorarios que debía recibir el médico o algunas prácticas comunes: la curación de heridas con hojas metálicas, la extirpación de tumores o bultos o curaciones de afecciones oculares.
La otra fuente de este período la encontramos en Nínive donde el rey Asurbanipal recopiló buena parte del conocimiento de la época en una gran biblioteca de tablillas de arcilla. Sabemos que la medicina estaba muy estrechamente ligada con la religión, ya que los textos de ambas temáticas están entremezclados. Se hace referencia a la explicación sobrenatural que se le daba a la enfermedad: las religiones mesopotámicas incluían un complejo sistema de tabúes de conductas y se creía que al romper alguno, el demonio que regía sobre ese aspecto de la vida creaba la enfermedad. La historia clínica del médico consistía en una serie de preguntas sobre posibles transgresiones morales que hubiera realizado el enfermo. Una vez identificado el motivo, el médico se encargaba del espíritu responsable principalmente a través de exorcismos, oraciones, ofrendas y sacrificios…
EL ANTIGUO EGIPTO
La sociedad egipcia también consideraba que la enfermedad era producto de la intervención de dioses o espíritus; pero, además, para los egipcios el cuerpo era, en cierto modo, uno con el espíritu. Por ello era preciso que el cuerpo del fallecido permaneciese íntegro y a salvo para poder acceder al más allá. Eso llevó a tener un gran aprecio y cuidado con los cadáveres, incluyendo prácticas que dieron lugar a importantes conocimientos anatómicos.
Los médicos se convirtieron en un estamento muy importante de la sociedad. Se formaban en el templo donde solía haber una zona dedicada al tratamiento de enfermos y también se vigilaban aspectos de salud pública como el adecuado drenaje y vertido de aguas, que estaba estrechamente regulado.
Existía también un ala conocida como Casa de la Vida donde trabajaban escribas y se formaba a distintos funcionarios imperiales, incluyendo médicos. Una vez que el médico terminaba su formación estaba sujeto a la jerarquía de la profesión. La autoridad superior de todos ellos era la del médico personal del faraón. De él manaban las instrucciones sobre las distintas enfermedades y métodos terapéuticos.
Existían dos clases fundamentales de médicos. El sun-nu ejercía fuera del templo. Acudía a las casas o recibía enfermos en su propia casa o en algún centro específico. Estaban protegidos por el dios Tot. La otra clase eran los uabu-sehkmet, los médicos del templo. Ejercían sólo dentro de los templos y eran más parecidos a una figura sacerdotal, imbuidos por el poder de la diosa Sejmet.
La fuente más antigua de la que disponemos sobre medicina egipcia es el conocido como papiro Edwin-Smith, (dinastía XVIII, siglos XIV-XV a.C.) y que se atribuye a Ihmotep. Es un tratado de problemas de salud fundamentalmente de naturaleza quirúrgica y en él se expone el razonamiento que debía hacer el médico egipcio. Primero debía interrogar al enfermo para obtener los síntomas y manifestaciones de la enfermedad y con ello emitir un diagnóstico. A continuación, debía emitir un veredicto: podía ser una enfermedad que el médico conoce y que va a tratar, una enfermedad que conoce y que no va a tratar o una enfermedad que desconoce y que no va a tratar. Y, por último, indicaba un tratamiento o plan de cuidados y la necesidad de ser visitado por algún otro médico especialista.
Este papiro también recoge muchas prácticas de cirugía y medicina recopilando 48 casos clínicos con descripciones y tratamientos. Recoge además asombrosas descripciones de estructuras del sistema nervioso como las meninges o el líquido cefalorraquídeo y la relación entre fracturas vertebrales y parálisis, la realización de suturas en heridas o de distintas inmovilizaciones en fracturas de huesos.
Para acabar citaremos el papiro de Ebers, de época similar al anterior. Entre sus secciones gran parte corresponde a recetas para la elaboración de remedios contra distintas enfermedades, aunque también incluye una parte referida al corazón donde ya se le sitúa como centro de la circulación sanguínea y se describen minuciosamente algunos de los grandes vasos sanguíneos; así como apartados específicos sobre ginecología, embarazo e incluso su prevención.
Alberto Cabañas Cob
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