Las próximas elecciones municipales se celebrarán el domingo 28 de mayo de 2023. Se elegirán los concejales de todos los ayuntamientos, así como los alcaldes en el caso de los municipios con concejo abierto. A la vez discurrirán las elecciones autonómicas.
Son muchos los electores que ya tienen decidido su voto. Y son pocos los ciudadanos que ese voto lo deciden en función de las propuestas que los distintos partidos hacen en sus programas electorales. Simplemente porque no se leen, o es la muy minoría quienes lo hacen. La mayoría de los votantes, otorgan su voto a los candidatos y candidatas de su partido. Otros, dependiendo de cómo les haya ido durante el periodo legistativo anterior, y en las localidades más pequeñas, según cómo les caigan o su acepción por las personas que se presenten en las listas electorales.
Un problema serio es la abstención (activa o pasiva) de los cabreados con el sistema o los desidiosos que ‘ni se molestan’. En uno y otro caso, los políticos y la sociedad en su conjunto, deberíamos analizar qué pasa, ‘si una democracia no es participativa, no es democracia’. Algunos estudios prevén que 5,3 millones de electores se abstendrán, y si a eso sumamos los votos en blanco, nulos e indecisos, la cifra podría alcanzar los 12,5 millones de personas, y habría que sumar aquellos electores de partidos independentistas, nacionalistas, regionalistas o minoritarios, que habitualmente no se recogen en las encuestas. Teniendo en cuenta que los electores somos unos 39 millones, la abstención se aproxima a un tercio del electorado. En las elecciones del 2015 la abstención se situó en 9,3 millones (26,8% del electorado) y en la repetición electoral de 2016, ascendió a 10,4 millones (30,16%). Ocurrió lo mismo en 2019. El 28A la abstención fue la más baja desde 2011, 8,43 millones (24,25%), pero al no poder el PSOE conformar gobierno y volver a convocar las urnas en noviembre, el descontento llevó a una abstención del 33,77%.
Curiosamente, los partidos de derechas son los que menos acusan el castigo de los electores, el PP es el que menor número de indecisos genera (4,2%) y el segundo en cuanto a abstencionistas: hoy, de haber elecciones, podría perder solo el 1,2% de sus votantes.
Las principales razones que provocan la abstención o la desidia en muchas personas para no ir a votar, son: sentirse incomprendido o no representado por los que nos gobiernan; la percepción de ‘bronca’ continua entre contrarios políticos, y mucho más si esta es descalificadora, cargada de insultos y faltas de respeto; y, cómo no, el repetido y más que insulso ‘todos son iguales’.
‘La democracia si no es participada, no es democracia’ decíamos más arriba. Y ésto quiere decir que no basta con depositar el voto cada cuatro años (si no nos lo piden antes), y que ‘ya ellos se encarguen de gobernar’. Esto no es así: con el voto elijo a los que quiero que gestionen la gobernanza de mi municipio, región o país, y confío en que ellos lo vayan a hacer bien, pero también mi obligación es participar en los espacios de gestión que mi entorno me posibilita (asociaciones de padres en los coles, asociación de vecinos, de solidaridad…, u otras de carácter temático), además de sumarme a todos aquellos movimientos reivindicativos con los que me identifique. También en el trabajo de partidos políticos y sindicatos. De esta manera le recordamos a los políticos gobernantes, qué es lo que pensamos, que nuestra opinión cuenta y que están obligados a hacerlo bien.
Uno de los problemas más graves es cómo se ha entendido eso de ‘hacer oposición’, que no es estar de bronca contínua. Puede que el partido opositor no esté de acuerdo con las propuestas del gobierno, pero para decirlo no es necesario descalificar e insultar, oponerse a todo por sistema, bloquear las instituciones, etc. La oposición está obligada a hacer propuestas cuando no está de acuerdo con algo, lo lógico es plantear con qué se está de acuerdo y, en todo caso, reconocer y apoyar aquello que está bien hecho.
Y no, no es verdad que todos los políticos son iguales: mayoritariamente los políticos no son corruptos, ciertamente hay otros que sí, que utilizan los poderes del estado en su beneficio propio, que bloquean las instituciones cuando su funcionamiento pudiera perjudicarles, no reconocer a los parlamentarios o incluso al gobierno legítimamente elegido, simplemente porque no son ellos quienes han ganado. También los hay de los que se aprovechan de su cargo para enriquecerse directamente, mediante información privilegiada o con mentiras. Pero también para evitarlo estamos nosotros, los ciudadanos, nosotros somos los fiscalizadores necesarios del buen gobierno, no se nos puede olvidar.
Entre los abstencionistas hay cuatro tipos claramente identificados: los que les da igual todo, viven en su espacio individual, y consideran que con ellos no van esas cosas, que son otros quienes tienen que gestionarlas y se definen apolíticos (estado social que no existe); Otros son los que, a pesar de ser conscientes de que tiene que haber unos gestores para que la sociedad funcione, no aguantan el insulto y la bronca instalada en los estamentos parlamentarios, los debates, la mentira y el abuso en las redes sociales, la información contradictoria, etc., esto les lleva a desconectar y ‘pasar de todo’; Después están los cabreados, ciudadanos normalmente informados, con cierto nivel de compromiso social, cargados de razones y con su verdad casi absoluta, que por no transcurrir las cosas como ellos consideran, se escinden (aunque sea individualmente) y deciden no votar como forma de castigo, esto es más frecuente entre militantes de izquierdas; Por último está el que practica el ‘voto protesta’, coincide con los cabreados, pero en este caso puede ser tanto de los que se dicen de izquierdas (que casi nunca lo son) como los de derechas y sus opciones se encaminan hacia posicionamientos más duros y extremos.
A pesar de que a final de este año se completa la legislatura de cuatro años, la sensación de muchos ciudadanos es de que vivimos en un estado de ‘campaña electoral permanente’, el objetivo incesante de la oposición ha sido zancadillear, impedir el funcionamiento normal de gobierno: reprobación contínua de ministros y ministras, judicialización de todas las iniciativas legislativas y decretos, solicitud constante de dimisión de ministros y del presidente de Gobierno, bloqueo de todo el estamento legislativo, permanente reto de las Autonomías gobernadas por la derecha contra el Gobierno Central, campañas de desprestigio de la gestión del Gobierno en la UE, hostigamiento a través de los medios de comunicación afines a la derecha, etc.
¡Ya está bien! Mantener a toda la sociedad en un permanente estado de tensión, supone alimentar el enfrentamiento entre los de un lado y los del otro, un clima social de desconfianza y confusión y, finalmente el desapego generalizado de los ciudadanos con la política, también a la hora de ir a votar. Aunque quizás ese sea uno de los objetivos últimos, la abstención siempre perjudica a las formaciones políticas de izquierdas.
No votar es favorecer a los partidos de derechas.