El último CIS del curso mostraba un alarmante aumento de la preocupación ciudadana por la inmigración, alcanzando un 16,9%. Aunque es indudable que es una proporción muy alta de ciudadanos y ciudadanas que indican esta preocupación, no llegaba a situarse en los niveles de los años 2005-2007, cuando superaba sobradamente el 30%. En el CIS de septiembre la preocupación por la inmigración ya superó el 30% (30,4% exactamente) y se situaba en primer lugar. Aunque ese dato probablemente respondiera a errores metodológicos, en octubre sólo bajó hasta el 28,1%.
La preocupación mostrada en el CIS ha ido pareja al aumento de la presencia de este tema en los medios de comunicación (tanto en informativos como en otro tipo de programas). Miembros de VOX y PP han protagonizado su particular duelo por ver quién ofrecía el discurso con más odio.
La preocupación no responde a la realidad
Si bien el verano comenzó con la preocupante falta de recursos para atender a los menores migrantes, los datos muestran que la preocupación por la migración no se corresponde con la realidad, sino más bien con los relatos.
No se trata, por supuesto, de negar que sin recursos, tanto materiales como económicos, no podremos atender a los y las menores migrantes no acompañadas. Tampoco debemos ignorar que sin voluntad política no llegaremos a soluciones que garanticen los derechos de todas y todos.
Aunque la llegada de inmigrantes en situación irregular (tanto en el conjunto del país como a las Islas Canarias, eje de los debates estos meses) estuvo descendiendo desde noviembre del año pasado, la preocupación por la inmigración, medida por el CIS, no mostró un descenso equivalente. Este otoño la preocupación triplica la que podíamos encontrar en enero de este año o multiplica por seis la de septiembre de 2021, ocasiones en las que la inmigración alcanzó cifras más altas. Desde 2020 hasta ahora esta preocupación ha ido en aumento, probablemente como respuesta a ciertos debates que se escuchan en medios o parlamentos. Ni el descenso de las llegadas de inmigrantes en situación irregular ni el ascenso tiene su correlato en la preocupación ciudadana.
Tampoco sobre criminalidad hay relación
Las personas tienden a intentar racionalizar los relatos contra las personas migrantes. Estos miedos irracionales, aprendidos donde no hay formación en derechos humanos, son alimentados a través de bulos generados desde la extrema derecha. Pero cuando vamos a los datos, ni el número de homicidios ni de delitos contra la libertad sexual explican tampoco la preocupación por la inmigración. Los delitos sexuales (o las denuncias de los mismos) llevan aumentando, con variaciones entre los distintos trimestres, desde 2016. Aunque los datos sobre delitos sexuales eran mayores en 2023 que en 2019, el porcentaje de población que mostraba preocupación por la inmigración en 2023 suponía la mitad que en 2019. Tampoco los aumentos en la preocupación de 2018 parecen responder a un aumento en delitos sexuales. Mayor ausencia de relación se ve con los homicidios, que se mantienen estables en los últimos 8 años.
Frente a los bulos, a los discursos aporofóbicos o xenófobos debemos exigir honradez y Estado. Honradez para no responder con los mismos exabruptos sino con propuestas concretas basadas en la realidad y no en miedos. Y Estado porque sólo desde lo público, desde la intervención de todas las administraciones, locales, autonómicas y estatal, podremos garantizar los derechos y servicios públicos para todas y todos.