Fanatismo
El fanatismo político es el apasionamiento de una persona que defiende con tenacidad desmedida y ciegamente sus creencias u opiniones políticas, suponiendo una adhesión incondicional a una causa; produciendo en el fanático un comportamiento considerado, en algunos casos, violento e irracional pues está convencido de que sus ideas son las mejores y las únicas válidas, menospreciando las opiniones de los demás, aunque éstas estén en lo correcto. Por tanto, el fanatismo se identifica por el deseo de imponer sus propias ideas y despreciar a quienes son diferentes. Basarse en una serie de pensamientos que son incuestionables, tener una visión sesgada de las cosas donde todo es blanco o negro, y carecer por completo de todo espíritu crítico, eso es el pensamiento único. Decía Winston Churchill que “un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”.
Este tipo de pensamiento es patrimonio de sistemas autoritarios y dictatoriales, que cuando llegan al poder político, suelen desarrollar todo un régimen para la imposición de sus creencias, castigando a los opositores, buscando eliminar cualquier tipo de reflexión, porque donde no existe reflexión, tampoco hay contradicción. En tiempos electorales este fenómeno es bien común, reflejado en la preferencia de líderes políticos en tener fanáticos y no compañeros, pues los primeros confunden lealtad con sumisión, convicción con creencia, poder relativo con poder absoluto, tolerancia con debilidad, flexibilidad con blandura, paciencia con inoperancia y entereza e integridad con fanatismo. Son los mismos que alababan a Hitler, Mussolini, a Pinochet o a Franco. Prefieren el orden antes que la justicia. Cuando escucho a ciertos políticos tengo la sensación que me quieren manipular; muy diferente a cuando hablo y escucho alguna conversación con un amigo, un familiar. No podemos sorprendernos porque intentan meterse en nuestras vidas. La verdad absolutamente cierta nadie la tiene, y cada cual tenemos nuestros sesgos ideológicos y cognitivos, pero, en cualquier caso, intentamos trasladarnos con honestidad.
Privacidad
Cuando damos nuestro permiso para que algunas aplicaciones sepan nuestra ubicación, estamos permitiendo que sepan dónde estamos, qué sitios frecuentamos, donde compramos, etc. Ya existen empresas que son capaces de, aparte de facilitar nuestra ubicación, saber las tiendas que estamos visitando, lo que nos atrae de ellas, el tiempo que permanecemos en ella para así, averiguar qué es lo que nos interesa y, a la postre, poder ofrecernos esos productos. Lo saben todo, y esos datos, luego se venden a personas que quieren abrir un negocio (gimnasio, fisioterapia, etc.) y les dicen dónde es el sitio más apropiado y dónde existe más demanda del producto que se desea vender. Uno puede pensar: ¿para qué quieren mis datos si soy un particular que no interesa a nadie? Precisamente por eso los datos se extrapolan colectivamente. Se fijan en los grandes almacenes, si te fijas o te interesa algo en especial, si te atrae más algún tipo de música. Todo se utiliza con fines comerciales, pero también con fines políticos; porque sabiendo perfectamente lo que más impera en un barrio concreto, se buzoneará información del partido político adecuado para “animar” al voto. Es la máxima expresión del control vital.
Cuando protestas y te rebelas, te dicen que con esos datos tuyos “no van a hacer nada malo” y que “va a ser mejor para tu seguridad”. Bueno, ofrecen seguridad en detrimento de libertad individual y falta de privacidad. Ya no te digo si, además, utilizamos una tarjeta de crédito para pagar: saben dónde compramos y qué compramos. Nada se hace gratis, Los censos, históricamente, se hacían para saber cuántos ciudadanos había y poder satisfacer sus necesidades; ahora, aparte de saber cuántos somos es, primordialmente, para pagar impuestos. El cambio es totalmente radical. Está dirigido al control total y absoluto de la sociedad.
Las grandes plataformas como Google y compañías de servicio y suministros, ya están utilizando la inteligencia artificial. Cuando solicitan su atención, casi nunca conectas con una persona humana al principio. Nos dirigen por donde ellos quieren. Intentan habituarnos a que la inteligencia artificial prenda totalmente en nuestras vidas. Existe el caso en EEUU de un abogado que ya es inteligencia artificial; incluso jueces en China que, para los casos más rutinarios, también son inteligencias artificiales. Es ir metiéndose poco a poco en nuestras vidas para que lo veamos como una cosa normal, y una vez que nos hemos acostumbrado, lo veremos lo más normal del mundo. Se intenta, en definitiva, que no te molestes, que las cosas no te cuesten esfuerzos, y lo que es peor: que no pienses, “ya lo hacemos nosotros por ti”. Esto lo desarrollan los grandes magnates de la tecnología, las élites que no son hermanitas de la caridad porque pretenden ejercer un control social de otra forma sobre nosotros, sin que nos demos cuenta de esa manipulación.
Ya se están dando casos, subliminalmente, si debemos comer esto o lo otro por el bien del planeta (que sí que es un problema), cuándo debemos acudir al médico y cuándo no. Nos hablan del consumo responsable. Hemos visto los menús que se han dado en la reciente cumbre de Davos, y no han sido precisamente a base del escarabajo pelotero ni otros insectos, nada de eso, Las buenas carnes y los mejores pescados han estado presente. Nos dicen que nosotros tenemos que poner remedio a esto del cambio climático, pero también la cantidad de vuelos privados que surcan el cielo, o la cantidad de coches oficiales con toda la parafernalia de seguridad que circulan a diario, ¿no? Nos piden que utilicemos la bicicleta, pero ellos van a su trabajo en coche oficial. ¿Han visto ustedes a algún diputado, alcalde o concejal ir en bici a trabajar? Yo no. Quizá haya alguno.
Miguel F. Canser