¿Por quién doblan las campanas,
que hasta mis oídos llega
el eco apagado y sordo
de un lastimero tañer?
En el silencio del valle
misterioso que es mi vida,
solo se escucha el lamento
inconfundible y preciso
de las campanas del pueblo
voltear entre los ojos
de las piedras de la torre
que mira hacia el cementerio.
Las ramas de los cipreses
me hacen llegar con el viento
el sonido misterioso
que navega, viaja, vuela,
en pos de de las telarañas
que habitan mi corazón.
Cúmulos de nubes grises
sobrevuelan mi cabeza
cuando hacia el cielo dirijo
con tristeza mi mirar
y un pájaro solitario
que se mece en la rama más alta
del último de los cipreses
me susurra en el oído
lo que nunca quise oír.
¿Por quién tañen las campanas?
No queda ya nadie en el valle,
será que tañen por mí.