Quien me iba a decir que cuando con 25 años voté por primera vez lleno de alegría, y en la ilusión de que España sería un estado democrático, y que se descentralizaría en autonomías, estaba votando por lo que he ido padeciendo según he ido llegando (sin dejar nunca de votar) a los 67 años, hasta dar con esta situación de tacticismos execrables, de privatizaciones y maltrato de lo público a las claras, o de forma encubierta, de desprotección de la ciudadanía, y como siempre más a la más necesitada, de mentiras, de hipocresía, de indiferencia e indolencia por casi todo lo que nos sea ingresar dinero en las cajas de los bancos… y de tantas cosas hasta llegar a ver, hace nada, cientos de cadáveres para evitar su descomposición sobre lo que fue construido como pista de hielo de patinaje. Muchos y muchas de ellas habían perdido la vida en los asilos de ancianos (me niego a llamarlas residencias) gestionados (por decirlo como lo dicen ellos) por la Comunidad que me afecta más cerca: la de Madrid.
Y ya hablando de comunidades autonómicas, quien me iba a decir que tenían en mente con toda probabilidad quienes las auspiciaban, que era la forma óptima para multiplicar por cientos de miles las poltronas pagadas con el dinero que salía de los lomos del pueblo trabajador a través de los Presupuestos Generales del Estado, y de las poltronas hacia abajo, colocar a otros cientos de miles de familiares, amantes, chapuzas, y lo que hemos podido ir viendo algunos, y otros disfrutando.
Y sobre todo, quien me iba a decir hasta qué nivel de corrupción económica y de todo tipo se iba a llegar en todos los ámbitos de lo transferido, Justicia, Sanidad, Educación, Servicios Sociales, etc. a las dichosas autonomías. A las malditas autonosuyas.
Ya me lo decía mi padre, que era de izquierdas el hombre como yo (por aquello de no generar dudas) “casa de dos puertas mala de guardar”, y eso que Franco le había hecho polvo su infancia, adolescencia, Juventud y parte de su madurez, y ya sabía entonces lo que yo sé ahora.
Lo que, afortunadamente, no llegó a ver él en toda su mentira es esa supuesta democracia por la que tanto luchó. Yo veo, ¿cómo podría ser de otra manera? que la democracia en España se ha quedado reducida a una legislación, y a que podamos escribir o decir cosas que, desgraciadamente, son papel mojado.
Pero jamás pude llegar a pensar que los jefes de dos bandos (que a menudo parecen bandas) el jefe central y la jefa autonómica, nos someterían hace unos días a la escenificación de las 22 banderas en el mismo patio central por el que pasaban los que Franco mandaba encerrar, torturar, y en muchísimos casos, después asesinar.
Y que estos de ahora lo iban a hacer para intentar confundirnos, engañarnos también, con un supuesto acuerdo de petición/oferta de ayuda para la capital de un país que debido a una pandemia que son incapaces de controlar, hemos llegado a ser la vergüenza de Europa y campeones de la muerte.
Y de lleno ya en una segunda ola de la pandemia, que ellos mismos han acelerado, pues ya en junio decidieron, sin decírnoslo (claro que nos tratan como a gilipollas) que se salvara quien pudiera y empezaron a hacer este Bolsonaro los unos y los otros, sin ningún escrúpulo.
Y así nos va; mientras discutimos el pueblo, con mascarilla o sin ella, nos están haciendo pasar por el aro, echándose la culpa el uno a la otra o la otra al uno, pero no con la mirada puesta en los muertos, en los enfermos, en la desguazada sanidad, etc., no; contando cada cuarto de hora los votos que pueden obtener o perder en las elecciones que lleguen cuando toquen o fuercen, y cuando hayan o hayamos caído miles de muertos más. Y algunas y algunos se hayan embolsado cientos de miles de euros más en improvisados hospitales, por ejemplo.
Y aún pretenden que las personas con sentido común, que votamos la Constitución cuando teníamos 25 años sigamos defendiendo a un bando o a otro? ¿A una banda o a otra? ¿Qué creamos que estas inmensas cuevas de alí baba autonómicas son buenas para los pueblos? Ay que joderse…
Y ya puesto a ello, recuerdo bien, porque la padecí, como el dictador sin autonomías y sin «fernandossimones», pero con expertos de verdad, erradicó de España la enfermedad que mataba cuando no quería él: la tuberculosis.
Ojalé se les descompongan los muertos en las urnas. No sé si llegaré a una siguiente opción de votar. Pero después de haberlo hecho todas y cada una de las veces desde aquel 6 de diciembre de 1978 declaro fehacientemente que no lo volvería a hacer nunca más. Como decía mi querido e inolvidable Fernando Fernán Gómez: ¡A la mierda!
Enrique Vales Villa