La pandemia pone de manifiesto fracturas previamente existentes en nuestra sociedad: la dominación de una minoría, la falta de protección social de las mayorías, la desconfianza en las instituciones. No es la causa inicial, pero sí su catalizador. En el ámbito de las vacunas, por ejemplo, Médicos Sin Fronteras piensa que los Estados han abandonado el poder de decisión, subordinándolo a los intereses de las grandes empresas farmacéuticas.
Los Estados han facilitado inversiones públicas en investigación, ensayos clínicos, subvenciones para su desarrollo, para infraestructuras productivas y logísticas, compra anticipada a precios muy elevados, etc… y sin embargo sus beneficios no se colectivizan. No se distribuyen equitativamente por estar sometidos a las leyes del mercado capitalista, de la propiedad privada de los medios de producción e intercambio, como principio absoluto. A este principio se subordina todo lo demás, incluido el derecho a la salud y la vida de los ciudadanos del mundo.
Sabemos que en China hay también capitalistas con mucho poder, pero los dueños de capitales privados no controlan los sectores estratégicos de la economía y la política nacionales . Con Deng Xiaoping a partir de 1979 la inyección de capitalismo en la economía tuvo lugar bajo el impulso del Estado. La apertura a los flujos internacionales, la liberalización del comercio y las inversiones está controlada por el Estado, lejos de ser mecanismos que solo benefician a un puñado de «compradores».
El Estado chino controla la moneda nacional y la casi la totalidad del sistema bancario. Vigilados de cerca por el Estado, los mercados financieros no desempeñan el papel desmesurado que se arrogan en Occidente. Es un Estado que dicta su ley a los mercados financieros y no al revés. Recientemente Alibabá, gigante chino del comercio on line propuso la creación de su propia moneda digital; el gobernador del Banco Central frenó en seco su salida a bolsa y se abrió una investigación sobre sus prácticas comerciales, consideradas anticompetitivas.
En China se piensa y planifica a largo plazo, se controla la economía. Con su poder financiero público, acumulado en los últimos decenios, no se preocupan prioritariamente de una rentabilidad a corto plazo si sus intereses estratégicos a largo plazo reclaman otra cosa. Todo lo que es importante para el desarrollo del país y para su proyección internacional está controlado por el Estado soberano.
El sector público sigue siendo la columna vertebral de la economía china, representa el 40 % de los activos y el 50 % de los beneficios generados por la industria, predomina en el 80-90 % en los sectores estratégicos: siderurgia, petróleo, gas, electricidad, energía nuclear, infraestructuras, transportes, armamento. China está liderando la revolución verde desde el Estado. En 2012 anunció su plan para producir 1000 gigavatios de energía eólica en 2050; equivaldría a reemplazar toda la estructura eléctrica de EE.UU. por turbinas eólicas.
Y, en cuanto a las vacunas, el periódico La Vanguardia (7-2-2021) constataba : “Nos encontramos hoy unas naciones occidentales devastadas por un virus y enzarzadas en un sálvese quien pueda, cuando no directamente en batallas fratricidas, para asegurarse las dosis necesarias para sus propios ciudadanos-votantes. Mientras, las vacunas de China y Rusia emergen como la tabla de salvación para muchos países que, o bien no pueden permitirse las occidentales o, aunque pudiesen, tendrían que esperar meses para acceder a ellas.”
Eubilio Rodríguez Aguado