Me gustaría que os replanteaseis, quienes me estáis leyendo, una retrospectiva de vuestra vida, treinta o cuarenta años atrás (o los que cada cual quiera).
Hace unas cuantas noches tuve un sueño, del que algunas cosas recordaba al despertarme: soñé que me moría. Pero era curioso, a cierta distancia de donde estaba, ví cómo alguna gente se arremolinaba entorno a alguien tumbado en el suelo, yo estaba con otras personas, y les preguntaba ¿qué ha pasado? “Que alguien se ha muerto de un infarto, me dijeron”. ¿Y sabéis quien era? Volví a preguntar. “Pues tú. Es que no te has enterado…”. Al escuchar la respuesta sí que me llevé un susto de muerte y rápidamente contesté “imposible, yo estoy (o estaba) perfectamente bien, pero, es más, es que yo de ninguna manera puedo morirme ahora…”. Inmediatamente me ví en el entorno de mi familia, con unos treinta años (ahora tengo setenta y uno), mis dos hijas eran muy pequeñas, estaba feliz con mi compañera y con ellas, y en mi cabeza bullían varios proyectos nuevos. Pero a la vez, la escena la contemplaba desde ese último momento, conocía cómo iba a evolucionar mi vida, y mi empeño desde ese instante, eran las cosas que tendría que cambiar para que todo evolucionara mejor, mejor aún… Mis actitudes, mis compromisos, los proyectos a llevar a cabo y cuales mejor dejarlos pasar, algunas cosas que nunca debería haber hecho, en cuidar más de los míos y de mí mismo, del entorno social, medioambiental, etc. Enfrascado en todo esto, me desperté.
Bien está hacer esa revisión de nuestra historia vivida, pero mejor sería tener la oportunidad de planificarla con más detalle y con más posibilidades de acierto. Las cosas no nos llegan ‘porque sí’, es porque otros o nosotros las provocamos, por acción o por omisión, por no preverlas o planificarlas adecuadamente. La sorpresa, la espontaneidad…, están muy bien, pero mejor en lo afectivo, en lo inmediato, en los detalles con las otras personas.
Cuando a mí me ensañaban a analizar, lo hacían escrutando minuciosamente el pasado, el presente y proyectando el futuro, las acciones a llevar a cabo para que ese futuro se produjera de acuerdo a lo deseado, incluso previendo posibles consecuencias no deseadas.
Para construir un edificio, un coche…, primero hay que imaginarse lo que queremos, después lo diseñamos detalle a detalle, pieza a pieza y una vez que todo está previsto, lo llevamos a cabo, aún así, es probable que se nos hayan escapado algunos pequeños detalles.
El sueño de la otra noche me ha llevado hoy a algunas reflexiones sobre mi entorno y mi ciudad.
En estos últimos meses, se han cruzado varias noticias sobre nuestro municipio, que denotan errores de planificación: ‘la primera vez que gana las elecciones un partido de derechas’, ‘Rivas es el municipio en el que más se ha encarecido la vivienda de toda la Comunidad de Madrid (10,3%)’, ‘varios cientos de vecinos se manifiestan en contra de los nuevos carriles bici’, ‘vecinos y vecinas se preguntan, qué ha cambiado después del periodo –párate a pensar-‘, etc,
Y ahora yo me pregunto ¿cómo es posible que en una ciudad donde la izquierda ha gobernado más de treinta años seguidos, los pisos cuesten cerca de cuatrocientos mil euros y los chalet cerca de ochocientos mil? Evidentemente, los nuevos vecinos que vienen a vivir a Rivas no son de los que ganan 1.400 euros. Y con muchas probabilidades, no votan a la izquierda, llegan exigiendo servicios, todos esos servicios que hemos ido construyendo entre todas, además de otros. “Los precios los ponen las promotoras” dirán algunos. Y es cierto, pero en otro tiempo, la EMV construía vivienda pública en venta y en alquiler (83 viviendas ahora), que atendía las necesidades de todos los jóvenes que no pueden emanciparse o que se tienen que marchar de Rivas a zonas más baratas. Además de equilibrar los precios.
Y sí, en Rivas tenemos un verdadero problema con el transporte urbano, no solo de entradas y salidas de la ciudad (que solo aliviará un poco el enlace a la M50), sino de movimientos interiores. La A-3 seguirá siendo ‘cuello de botella’y cada vez más. El carril bici se ha hecho ‘deprisa y corriendo’, sin prever las consecuencias y sin alternativas. Solo cuando podamos disponer de coches eléctricos de alquiler, bicis con trasportín, minibuses circulares eléctricos…, se empezarán a solucionar los problemas viarios.
‘Pararnos a pensar’ está bien, pero no solo a pensar sobre lo que tiene que hacerse, sino también sobre lo ya hecho. No solo el Casco Antiguo y Covibar están mal diseñados y viejos, hay otros barrios como La Partija que no disponen de ningún servicio público. También deberíamos pensar en ellos.