Yolanda Díaz ha visitado al Papa en el Vaticano, en nombre del gobierno de coalición, según se informa. Una visita que la propia Vicepresidenta ha calificado de “emocionante”, habiendo tratado temas de “interés común” como la precariedad laboral, el trabajo decente, la pandemia y el futuro del planeta.
Europa Laica califica esta visita como un despropósito mayúsculo.
¿Es que el Papa tiene algo especial que decir sobre estos temas más que su opinión, tan válida o no como la de cualquier otra persona? ¿Es que acaso tiene responsabilidades e instrumentos a nivel de su “estado” vaticano como para tratar de solucionarlos, siendo que son propios de políticas de otro Estado? ¿Es que acaso el Papa es un gurú universal a quien acudir para que ilumine políticas internas a seguir sobre tales asuntos? La contestación evidente es que no se tratad nada de eso, porque no tendría ningún sentido.
Por el contrario, este tipo de visitas, como de otras anteriores, corroboran que reunirse con el Papa no sirve sino como ungüento mediático ante no se sabe qué electorado. Como si tal autoridad eclesial fuera el depositario de repartir espaldarazos de legitimidad democrática.
Europa Laica opina que la legitimidad que nos ocupa es la que se demuestre en las políticas que el gobierno acerca de ser garante de la aconfesionalidad debida y en defensa de lo público, exigiendo sobre los temas que sí están involucradas ambas partes, la Santa Sede y el Estado, sobre los que el Papa y la jerarquía eclesial tienen competencia y responsabilidad directa, y no a través de pleitesías o tratando asuntos que no son del caso.
Son los temas de la necesaria separación real Iglesia-Estado. Con los Acuerdos de 1979 con la Santa Sede, verdadero monumento inconstitucional a la injerencia confesional y negligencia estatal, que deben ser denunciados y derogados. Donde la Iglesia católica se debe autofinanciar y pagar impuestos. Donde la religión confesional debe salir del currículo y la escuela. Por no hablar del escándalo monumental de las inmatriculaciones realizadas por la Iglesia católica, donde la avaricia usurpadora eclesial se ha combinado con la complicidad gubernamental de mirar para otro lado. O sobre el tema de la pederastia en el seno de la iglesia española, que bastante bien ocultada la tiene la Conferencia Episcopal en su postura enrocada de no mover ficha en perjuicio de las víctimas. Y así podríamos seguir.
Estos sí que son los temas que corresponde tratar con el Vaticano, y no otros. No haberlo hecho en nombre del gobierno ni de la propia Vicepresidenta, ni tampoco frente a la Conferencia Episcopal, muestra las nulas intenciones de solucionarlos haciendo valer la supremacía que le corresponde en lo civil, en lugar de continuas cesiones. Ahí tenemos, como ejemplo nefasto más reciente, los chalaneos de mesa camilla de este gobierno con la jerarquía eclesial respecto al expolio de las inmatriculaciones eclesiales, con el resultado de la amnistía registral realizada en contra de lo público.
Europa Laica, desde su independencia en lo político partidario y desde su defensa de una laicidad del Estado que no entiende de creencias particulares sino de simple democracia y en defensa de lo público, denuncia el fraude de esta visita, como de otras similares, que no resuelve los temas pendientes de una aconfesionalidad que sigue vulnerada en nuestro país, sino que son puras cortinas de humo y políticas de imagen.
Europa Laica denuncia también la veleidad y loas que partidos y personalidades consideradas “de izquierda” hacen de una persona, blanqueando su papel como representante último de una institución privada de creyentes que tiene cualquier cosa menos de democrática en su funcionamiento, en su magisterio misógino y en su desmedido afán de poder terrenal e injerencia conservadora, mercantil e ideológica en todos los ámbitos propios de una sociedad civil diversa que debe estar libre de tutelas, dogmas y privilegios.