Marisa Pérez González
Concejala de Movilidad del Ayuntamiento de Rivas
Algunos detractores han venido vaticinando que las nuevas Zonas de Bajas Emisiones que el Ayuntamiento de Rivas ha implantado en los entornos de 19 centros escolares de la ciudad iban a provocar tal caos circulatorio que poco menos que Rivas iba a convertirse en un laberinto del que sería imposible salir. La experiencia de este primer mes nos demuestra que no ha sido así, que la medida funciona y cumple con todos los objetivos que se planteó el Gobierno municipal cuando decidió su implantación.
Por un lado, este Plan de Movilidad Escolar, Sostenible y Segura ya maneja datos sobre la reducción de las emisiones de gases contaminantes en los entornos escolares. Los datos de la propia Policía Local calculan que un 35% de las familias ripenses llevan en coche al colegio a sus hijos e hijas. Los cálculos de los principales organismos internaciones señalan que las emisiones se miden en función del número y de la tipología de los vehículos que transitan por las ciudades. En el caso de Rivas, la reducción diaria del número de vehículos que circulan por estas ZBE es superior a 3.000, situando la reducción de las emisiones por encima del 75%. Si nos detenemos a contar solo en el número de turismos –el vehículo más utilizado entre las familias en sus desplazamientos– advertimos como dejarán de circular por las calles aledañas a los colegios y a las escuelas ripenses más de 1.500 vehículos diarios.
Sabiendo como sabemos que la contaminación atmosférica provoca un alto número anual de decesos en las principales ciudades europeas, ¿cómo puede haber alguien que defienda que esta medida, que el Gobierno municipal ha emprendido con valentía, no va a mejorar la salud de la infancia ripense? Hay un tercer objetivo que es más palmario todavía y es la dosis extra de seguridad con que se dota a los entornos escolares, reduciendo la siniestralidad y mejorando la seguridad vial de niños y niñas. Un mes después del arranque de las ZBE, las familias han comenzado a hacer suyas las calles por las que caminan de la mano de sus hijos para dejarles en clase cada día. Han cambiado los humos y el ruido por las sonrisas. A ello han colaborado las actividades desarrolladas en algunos de estos centros durante la Semana Europea de la Movilidad, como el ‘park (ing) day’, por el que el alumnado ha ocupado los espacios reservados al aparcamiento de coches para sus juegos y actividades lúdicas. En definitiva, los peatones van conquistando pequeños espacios de una ciudad que abusa demasiado del vehículo privado.
En todo caso, quiero recordar que estamos hablando de un plan que es dinámico y susceptible de realizar mejoras que redunden en el beneficio de la ciudadanía. Algunas de ellas como la regulación del semáforo peatonal del entorno del colegio El Parque, ya se han tomado para aligerar el tráfico en esa zona.
Si bien hemos sido la primera ciudad de la Comunidad de Madrid en implantar las ZBE en los colegios, no es solo Rivas la ciudad que ha apostado por este tipo de iniciativas en Europa. Otras ciudades como Barcelona, Londres o París ya lo han hecho, con resultados más que satisfactorios. Luego están los ejemplos de ciudades como Madrid, con un alcalde que concurrió a las elecciones prometiendo acabar con las zonas de bajas emisiones implantadas por la corporación anterior y que, acogotado por Europa y por las sanciones millonarias, ha terminado por revisarlas a la baja y por ceder a la entrada de una media diaria de 45.000 vehículos en Madrid Central.
¿Es este el ejemplo que reclama la derecha local para Rivas? ¿Es esto lo que están proponiendo cuando piden que demos marcha atrás y retiremos la señalización vertical y horizontal que regula las ZBE? ¿Cuál es su alternativa? ¿Por qué no salen a explicarla?
Y por cierto, si tan preocupados están por los atascos ficticios que, según ellos, se han formado en los entornos escolares tras la entrada en vigor del plan, ya podrían reclamar a la Comunidad de Madrid que eche una mano en la construcción del enlace a la M-50. Esa sí que sería una gran medida para evitar los atascos reales que sufre nuestra ciudad. Pero no hay más ciego que el que no quiere ver.