Vivir en paz

Vivir en paz

El “envejecimiento activo” es un concepto que se refiere al “proceso continuo de optimización de oportunidades para mantener y mejorar la salud física y mental, la independencia y la calidad de vida a lo largo de la vida”. Esto, que en principio se refiere al ser humano, haciendo un esfuerzo de “gimnasia mental” e imaginación, podríamos aplicarlo a todos los seres vivos. En efecto, los insectos también envejecen antes de morir; suelen tener corta vida, es cierto, pero ellos también «envejecen» perdiendo algunas de sus habilidades físicas, antes de morir, según investigaciones recientes.

Si bien muchos como la mosca de la fruta tienen un ciclo de vida muy corto (pasan por una metamorfosis completa que dura alrededor de 10 días) y esto sucede a menudo con miles de especies, hay otros que duran entre uno y varios años (bastantes escarabajos de la familia Tenebrionidae, por ejemplo) y el caso extremo, inhabitual, es el récord de longevidad: algunas reinas de termitas pueden llegar a vivir 50 años (eso sí, las obreras no pasan de los dos años). 

Hay muy pocos estudios científicos sobre la duración de la vida y los síntomas de envejecimiento en los hexápodos, siendo la abeja doméstica el insecto sobre el que más amplios conocimientos poseemos (Wilhelm Goetsch, 1956, Revista Española de Entomología, CSIC).

En 2024, investigadores chinos identificaron el CG11837, que es un gen nuclear no mitocondrial, que parece ser que está relacionado con la longevidad en los insectos. Su desactivación acorta la esperanza de vida en todas las especies, mientras que la sobreexpresión amplía la esperanza de vida. Este gen tiene una coincidencia del 93% con el gen humano DIMT1, el cual también afecta la función mitocondrial y el envejecimiento celular, lo cual, según esos científicos, sugiere aplicaciones potenciales en estudios de longevidad humana.

Y por comentar alguna circunstancia curiosa que se ha descubierto recientemente sobre estos asuntos del envejecimiento y la muerte en insectos, decir que se ha comprobado, en la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) que, tras presenciar la muerte de sus compañeras, las moscas de fruta activaron un grupo específico de neuronas denominadas R2 y R4 que, a su vez, desencadenaron un proceso de envejecimiento prematuro. En definitiva, que las moscas que vieron a otras semejantes morir, vivieron menos que aquellas que no lo hicieron. Los investigadores identificaron sustratos neuronales y redes nerviosas que transmiten información sensorial de la percepción de individuos muertos a cambios significativos en la vida útil de los individuos vivos, según refiere un estudio publicado en “Plos Biology”. Ni que decir tiene que eso se puede transferir al ser humano y asegurar “la importancia que tiene para nuestra salud en las últimas fases de la vida el VIVIR EN PAZ”, cosa que, por otra parte, no hace falta ser muy lúcido para “suponerla”, aunque en este caso esté avalado de manera científica por estudios que lo reflejan incluso en insectos…

No queremos finalizar —como siempre—, sin comunicarles nuestro deseo de que tengan un mes excelente y emplazarles, si son ustedes tan amables, a leer la revista que aparecerá el próximo mes. Gracias por estar ahí.

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