Cualquier poder en este mundo es sólo capacidad de influir en irracionalidad, o sea, reportando cualquier razón o fuerza de conciencia. Para ello, se recurre al tener dinero o imagen social o belleza o tradición o estupidez rentable que sea necesaria.
El caso es llamar la atención en que algo es importante por encima de lo que es de verdad únicamente importante: dar equilibrio-racionalidad al mundo. Es eso lo que se pretende conseguir en uno u otro poder, sí, a modo de engaño o de enturbiamiento o de manipulación.
Y ya, así, toda persona tendrá un poder (una voluntad y unas influencias de tal voluntad… en el mundo) con el cual puede humillar realmente a otra persona, ¡clarísimo!, puede negarla, puede explotarla, puede robarla, puede engañarla, puede desorientarla, puede adoctrinarla, puede callarla o ningunearla, puede manipularla en un hecho o en toda su vida y, también, puede matarla.
Pero será siempre, por seguro, con la capacidad que tiene su poder de presionar, de confundir, de malinformar, de blanquear inmoralidades, de “buenizar” sinrazones o, en definitiva, de inducir a alguien “inconscientemente” a hacer algo.
En realidad, todo poder es sólo irracional o sólo perversa capacidad de influir; por supuesto, y lo conseguirá cuando la gente valore mal o valore como quieren los intereses dominantes-injustos de la sociedad. ¡Cierto!, triunfó la esclavitud cuando la libertad no se valoraba mayoritariamente; y, también, triunfó el deterioro medioambiental cuando el cuido racional tampoco se valoraba por una mínima mayoría.
La verdad es la verdad aunque me mire al derecho y al revés, ¡lo obvio es lo obvio! Así que todo poder sabe “por el método más rápido y cómodo” ser poder. Y se desenfrena en ello le pese a quien le pese.
Lo que haría falta, sí, es que la gente al fin no valore como quieren los grandes medios de “comunicación-manipulación” o como quieren multinacionales o tantos sirvientes que hay del reino de la estética capitalista, de la sinrazón o de la imagen (falsísimos valores).
Lo que haría falta, pero para siempre, es que la capacidad equilibrante (del mensaje racional) tenga al fin en el mundo más convencimiento y dignidad que todo lo demás, ¡al fin!, y que no se desproteja más, ¡por Dios!, ¡por piedad!, que no se desproteja más o que, ¡al fin!, ya no pase más ninguneos, aislamientos y humillaciones.
Porque sencillamente la verdad es la verdad aunque se mire al derecho y al revés, y la pura responsabilidad, y la decencia. Así es.