Artículo de opinión de Raúl Martínez.
El actual presidente de Estados Unidos ha vuelto a amenazar a nuestro país. En esta ocasión, con la expulsión de la OTAN a cuenta del gasto militar. Más allá de las opiniones sobre pertenecer a una alianza miliar creada durante la Guerra Fría (soy defensor de aquella consigna “OTAN no, bases fuera”), el sentido común debería llevar a quienes aspiran a gobernar un país a rechazar las amenazas del presidente del único país que ha utilizado armas nucleares y ha participado en la mayoría de los conflictos militares de la historia contemporánea.
Sin embargo, en lugar de declaraciones críticas ante amenazas de otro país, la derecha y la extrema derecha españolas han vuelto una vez más a la defensa de la potencia extranjera frente al gobierno de su país. Repitiendo un viejo patrón de servilismo que parece haberse convertido en una constante histórica.
Nuestra historia tiene un patrón claro respecto a esta cuestión: ciertas élites políticas, especialmente ligadas a la monarquía y el conservadurismo, han mostrado su sumisión a potencias extranjeras de forma directa o indirecta, condicionando la política de nuestro país. Esta tendencia en lugar de haber desaparecido se ha potenciado en las últimas décadas, especialmente en la actualidad con los gobiernos republicanos más ultras.
Es la cultura política de los sectores más reaccionarios de nuestro país, su lógica de intentar lograr mantener el poder a través de la intervención de fuerzas extranjeras. Desde aquel emperador que no sabía hablar castellano, los ejércitos del absolutismo francés salvando a Fernando VII, o el nazismo y fascismo junto al bando rebelde durante la Guerra Civil. Si el pueblo español empuja hacia la democratización del país o su emancipación nacional, los sectores conservadores se apoyan en las potencias extranjeras para mantener su orden conservador.
Voy a intentar mostrar algunos de esos momentos de nuestra historia, que muestran claramente el falso mito del patriotismo español de la derecha.
Carlos V: Un Emperador Extranjero
Dentro del mito de la derecha española nos encontramos una gran contradicción, muchas veces no explicitada en los libros de texto. El primer gran emperador, Carlos V, no era español ni en su cultura, ni lengua ni mentalidad. Hijo de Juana I de Castilla, fue criado en Flandes, no conocía el país que acabó gobernando y hablaba mejor el francés o alemán que el castellano. Esto provocó rechazo entre parte de las élites locales y el pueblo, ocasionando las Revueltas de las Comunidades de Castilla (1520-1521), en defensa de las libertades municipales, los intereses nacionales frente a la corte extranjera, y la idea de un rey que fuera conocedor del territorio que iba a gobernar. La represión que sufrieron los comuneros marcó una triste tradición: cuando el pueblo se levanta por sus derechos, el poder recurre a potencias extranjeras para mantener el control.
De esta manera quedo inaugurada la premisa de que los intereses nacionales podían subordinarse al beneficio de la una estructura imperial supranacional. Tal y como podemos comprobar con la subordinación de la derecha y extrema derecha española a los intereses de los Estados Unidos.
La Centralización Borbónica: El Proyecto Francés de Nación-Estado
La instauración de los Borbones tras la Guerra de Sucesión (1701-1714) supone una nueva muestra de imposición política extranjera. En este caso de la mano de Felipe V, nieto del rey francés Luis XIV, que reproduce el mismo patrón: rey que no conoce el país y su idioma, imponiendo un modelo de monarquía centralista y absolutista a semejanza de nuestro país vecino.
Se acabó con el modelo “confederal” anterior, y con los Decretos de Nueva Planta se abolieron fueros y estructuras de los reinos de la Corona de Aragón (Aaragón, Cataluña, Valencia y Mallorca) convirtiendo a España a ser menos diversa, menos federal y más centralista. Pero la subordinación a Francia no fue solo cultural en la cuestión administrativa, lo fue miliar y económica. Se impusieron estructuras ajenas destruyendo siglos de diversidad institucional, sembrando las bases del conflicto territorial que aún perdura.
Este modelo centralista fue usado por las élites para acabar con los movimientos populares. Esta cultura enlaza con los reclamos de recentralización del estado por parte de la extrema derecha, acabar con las autonomías o defender la unidad nacional impuesta desde arriba, obviando y despreciando la riqueza, diversidad y complejidad de nuestra historia y territorio.
Fernando VII: El Antiliberalismo contra los héroes de la Guerra Independencia.
Si una palabra puede caracterizar a Fernando VII es la de traidor. Un monarca que habiendo jurado la Constitución de 1812 tras el levantamiento de Riego no tardó en pedir la intervención extranjera para mantener el poder absolutista. Una vez más un monarca se mantuvo en el poder gracias a una potencia extranjera para imponer su modelo conservador y reaccionario en contra del progreso democrático.
No dudó en solicitar la invasión de fuerzas militares extranjeras para recuperar su poder absoluto. La intervención militar extranjera de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823 acabó con el Trienio Liberal (1820-1823) y los intentos de progreso y avance democrático iniciados en 1812 con la Constitución.
Del franquismo a la derecha actual
La llegada de la República y la Constitución de 1931 trajo una etapa de cambios políticos que intentó atacar de raíz los problemas estructurales de nuestro país. Ese sueño primaveral fue truncado por el franquismo.
A pesar de que el golpe de estado de 1936 fracasó ante el empuje del pueblo español organizado, las élites reaccionarias no dudaron de llevar a nuestro país hasta la Guerra Civil. En esta ocasión como en las anteriores volvieron a necesitar de potencias extranjeras (Alemania e Italia) para imponer su proyecto de país autoritario. Esta criminal intervención fue inmortalizada en el Guernica por Pablo Picasso.
La derrota del nazismo y sus aliados en la II Guerra Mundial no acabó con el franquismo, que pasó a reinventarse para ser útil a los intereses de Estados Unidos en el contexto internacional de la Guerra Fría. Se instalaron bases militares extranjeras a través de los Pactos de Madrid en 1953.
Se profundizó con la entrada en la OTAN en 1982 por Leopoldo Calvo Sotelo (UCD), y posteriormente con la permanencia a través de una pregunta trampa en 1986 en el referéndum convocado por Felipe González (PSOE) (con voto mayoritario del NO en Canarias, Cataluña, Euskadi y Navarra):
Cualquier persona será consciente de que todas las condiciones del referéndum han sido incumplidas:
“El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos: 1º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada. 2º Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español. 3º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia de los Estados Unidos en España. ¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?”
En 1997 con José María Aznar nos incorporamos a la estructura militar. Se realizó una cláusula posterior (1988) por la que USA puede almacenar o introducir armas nucleares si es con previo consentimiento del gobierno de España. Y no ha existido ninguna reducción progresiva de la presencia estadounidense en nuestro territorio, en todo caso una reorganización.
En cualquier caso, la base de esta estrategia era la misma: subordinar la soberanía nacional a intereses geopolíticos extranjeros para mantener el poder. Hoy, la retórica de la ultraderecha que se presenta como “patriota” hereda este modelo: su patriotismo no se basa en la autodeterminación, la soberanía popular ni el bienestar nacional, sino en la obediencia a potencias extranjeras a cuyos intereses subordinan a España.
La historia reciente de la derecha española ha sido una repetición moderna de este patrón. La guerra de Irak (2003) durante el gobierno de José María Aznar fue un ejemplo claro, contra la opinión mayoritaria de la población subordinaron a nuestro país a los intereses de Estados Unidos, bajo la estrategia de George Bush y Tony Blair para mentir a todo nuestro pueblo con la mentira de las armas de destrucción masiva para justificar la guerra.
La imagen de Aznar posando con Bush y Blair en las Azores se convirtió en un símbolo del vasallaje político. España no sólo participó en una guerra ilegal, sino que hipotecó su imagen internacional y su propia seguridad interna.
Patriotismo Vacío, Vasallaje Real
La derecha y ultraderecha españolas, que se llenan la boca de patriotismo, han demostrado a lo largo de la historia una constante disposición a entregar la soberanía nacional a potencias extranjeras, siempre que estas les aseguren el mantenimiento del orden conservador y la supresión de cualquier avance democrático o popular.
En la actualidad, tanto Vox como Partido Popular siguen esta senda. Abogan por un atlantismo sin fisuras, critican cualquier forma de soberanía que afecte a los intereses estadounidenses. Han importado de la alt-right estadounidense su guerra cultural, su negacionismo climático, su belicismo, y su política del miedo.
Desde Carlos V hasta VOX, pasando por los Borbones centralistas, Fernando VII, Franco y Aznar, la historia es clara: el “patriotismo” de la derecha española es una consigna vacía. Su verdadera lealtad no es con el pueblo español, sino con las estructuras de poder extranjeras que garantizan sus privilegios.
Frente a esta tradición de sometimiento, tengamos presente la memoria de los comuneros, de los liberales del Trienio, del republicanismo que defendió la democracia frente al fascismo. Una historia de lucha por la soberanía popular que hoy necesita ser reivindicada, no sólo como pasado heroico, sino como proyecto político para el presente.








