OPINIÓN

Sección de cine, series y crítica con artículos de Mr. Bela Vhista.

¿Sueñan los titiriteros con teleñecos gigantes?

En esta ocasión déjenme recomendarles una mini serie muy especial: Eric. Una pequeña joya protagonizada por un grandioso Benedict Cumberbatch, en un papel claramente inspirado en Jim Henson, el creador de los Muppets y todo su universo.

La magia de la serie nos traslada a Nueva York en un punto indefinido de los años 80. Un momento recreado con exquisito detalle y que nos muestra, como en una descarnada radiografía, la vida de entonces: delincuencia, basura en las calles, vagabundos durmiendo en estaciones de metro abandonadas, etc. El sida se ceba con una sociedad podrida de racismo y homofobia. En este marco desolador, nuestro protagonista, Vincent, pierde a su hijo de camino al colegio. Y ahí es cuando empieza una espiral caótica de descenso al sórdido mundo subterráneo que yace bajo la urbe de la ciudad, un lugar dantesco en el que se guarecen yonkis y excluidos de la sociedad, que tienen que vender su alma para salir adelante.

Vincent tiene como única compañía en su búsqueda a Eric, un enorme monstruo azul que encuentra en los dibujos que hacía su hijo. ¿Es real este improbable socio o sólo está en su mente? A pesar de que nuestro protagonista es un tipo presuntuoso, desagradable, con problemas mentales y con el alcohol, y que sufre alucinaciones, un padre funesto y un marido desagradable, Cumberbatch consigue el milagro de que te preocupes por él y que desees que todo salga adelante en su cruzada.

La búsqueda de Vincent viene arropada por las historias paralelas de su familia: Su mujer, desilusionada, que busca huir de una situación cada vez más agobiante; y su padre, un potentado al que no le tiembla el pulso a la hora de amasar dinero y que menosprecia los sueños creativos de su hijo. También es la historia del policía encargado de buscar al niño perdido y a otros en igual situación, un hombre honesto dentro de un sistema corrupto y que guarda un secreto inconfesable; la del amigo marionetista que se adapta a las exigencias de la cadena que produce su programa infantil, y es que estás historias sirven para denunciar muchas cosas: el trato inhumano a las personas expulsadas sin piedad de la sociedad y el implacable rodillo de los medios ahogando la verdadera genialidad en pos de productos mediocres más actos, según ellos, para los televidentes.

Durante los diferentes capítulos nos lanzarán distintas pistas que, aunque parezcas inconexas, encajarán al final como un siniestro puzle.

Puede que el planteamiento les recuerde a otra serie con amigo imaginario: “Happy” (también bastante recomendable dentro del ámbito gamberro al que nos tiene acostumbrado su creador, Grant Morrison) pero el tono es otro. Ambas propuestas son muy disfrutables.

Si quieren bajar al inframundo, ésta es su serie… pero tengan cuidado de no perderse dentro.

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