Nada cambia hacia el bien sin tener en cuenta a la verdad; pero a esa verdad conseguida sólo con razón (la que es objetiva o no manipulable). Sí, ningún ser humano cambia (por beneficio ético) o mejora si, por uno u otro camino, huye ya de la verdad (que significaría huir también de la responsabilidad).
Eso está claro, ningún ser humano verdaderamente va a hacer algo por el mundo si nunca prioriza (día tras día) el atender al que demuestra-evidencia la verdad por medio sólo de la razón. Aunque con muchos trucos o falsedades en algún contexto social parezca lo contrario, ¡obvio!
El huir de la verdad-realidad en algo o en alguien se detecta, aplicando una suficiente capacidad racional, muy fácilmente. Lo primero que pasa es que flaquean en un contexto social o en alguien LOS VALORES ÉTICOS, viéndose unos síntomas claros de abundante: hipocresía, doble moral, frivolidad, cinismo y una desacreditación sutil que se hace de la misma racionalidad (a favor de una religión, fanatismo, chovinismo, cerrazón corporativista o falso equilibrio).
Lo segundo que pasa (y pasará) es que el que sí desarrolla y respeta razón es ninguneado y silenciado, como si molestara o como si hubiera que eliminarlo. Y será así porque, el que desarrolla o lleva hasta la punta cualquier razón sobre cualquier realidad, sin remediarlo saca él los defectos o los males o las complicidades de todos, o sea, tiene la obligación de decir la verdad, duela o no o guste o no.
Por seguro, el que busca y llega hasta la verdad, por imperativo de verdad, ya ha tenido que superar muchas pruebas…, y renunciar asimismo a muchos métodos sucios (pero rentables) y arriesgarse a que le cierren en la vida todas las puertas como todos los derechos o privilegios. Ahí, ahí, ¡siempre!, no se gana nada, excepto satisfacer o cumplir en plenitud con la ética (una integridad).
No obstante, la sociedad sólo madura si no tapa, si no confunde o si no impide la verdad. ¡Ah!, pero lo que ciegamente compensa la sociedad es todo lo contrario, ¡exacto!, fortaleciendo más y más la hipocresía, la desinformación o la presunción de que sí cumple con unas reglas morales que, en realidad, son y lamentablemente serán las inmorales (por falsedad).
En definitiva, nada, nada cambiará de la realidad si por automatismo en ella se huye de una información totalmente correcta, o si se amparan al mismo tiempo informaciones que echan por tierra la decisiva información correcta. Nada, nada cambiará si la verdadera racionalidad sigue siendo apaleada o desprotegida; claro, si el que es valiente con la verdad tiene además castigos por todos sitios.
Es lógico, el mejorar algo (o sea, hacer el bien en suma) no es dejar intactos o intocables todos los errores o complicidades con tantas injusticias que guarda ése algo, sino al fin tocar o decir todo lo que haya que decir en beneficio sólo de una total exposición racional o real, sin engaños y sin trampas. Así es.
José Repiso Moyano