Ripenses de cuna

El famoso cineasta Francis Ford Coppola tuvo una hija, Sofía Coppola, que siguió sus pasos. Dirigió una exquisita película sobre la soledad, “Lost in Translation”, nominada a cuatro Premios Óscar y ganadora de mejor guión original. En ella, el personaje interpretado por un inmenso Bill Murray dijo:

El día más aterrador de tu vida es el día que nace tu primer hijo. Tu vida, la que conoces, se acaba, y nunca volverá; pero luego aprenden a caminar y a hablar y quieres estar con ellos, y acaban convirtiéndose en las personas más deliciosas que conocerás en toda tu vida”.

No es sorprendente, por tanto, que dediquemos un número de Zarabanda a la natalidad en Rivas. Bueno, técnicamente, en el Hospital de Arganda (pero ningún ripense de cuna lo reconocería).

No elegimos dónde nacemos, pero muchas familias jóvenes eligen venir a Rivas a criar a sus hijos y muchos de ellos nacen aquí. Somos el 14° municipio en edad mediana, con una natalidad impresionante.

La pobreza, alta religiosidad católica o elementos culturales ligados a la migración suelen explicar por qué algunos municipios tienen una alta natalidad. Ninguno de los tres está especialmente presente en Rivas. No es su composición sociológica, sino sus políticas públicas lo que provoca que tanta gente abandone el insoportable ruido del Bernabéu, la contaminación de los barrios abandonados por Almeida o la ausencia de zonas verdes de las periferias industriales para venir a vivir aquí, en Rivas.

Esa libertad de elección para tener hijos está amenazada (y no solo por una contaminación que está teniendo un impacto enorme en la fertilidad masculina, en constante retroceso). Sin reducción de jornada, sin políticas que permitan a las personas jóvenes acceder a una vivienda y sin salarios dignos, tener hijos es misión imposible, por eso la edad de primera maternidad en España se sitúa -de media- por encima de los 30 años.

Los ricos tienen solución a su infertilidad: comprar bebés. Siempre han solucionado sus problemas tirando de cartera, ¿por qué esta vez iba a ser diferente?

Quienes no nacieron con una cuchara de plata en la boca, en cambio, se enfrentan a un sistema de adopción extremadamente garantista porque prioriza el bienestar del menor. El Estado, al contrario que el Mercado, sabe que los bebés son seres humanos, no mercancías.

Pese a su lentitud y burocracia, mejorables pero coste necesario de esa garantía de derechos, valga este editorial para reivindicar a esas familias que acogen niños de forma temporal (de acoger infancia saharaui también sabemos mucho en Rivas) o a esas familias que acogen de forma permanente.

Quizás ellos sean un ejemplo para todos nosotros, cuando nos dicen que alguien es “familia”, que alguien merece un “hogar”, tenga o no tenga nuestra sangre.

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