Entre 1975 y 2018 el peso del sector servicios en el PIB ha aumentado desde el 53,1 % hasta el 67,7 %. De forma paralela, la industria ha perdido prácticamente la mitad de su peso en el PIB, desde el 33,8 % hasta un 16,5 %.
Hacia 1985 existían en total unas 130 empresas publicas estatales directas, más alrededor de 850 indirectas (filiales y sub-filiales de las anteriores), además de las EP de los gobiernos autónomos y las EP municipales. Quince años después el panorama cambia drásticamente pues la mayor parte de las grandes EP estatales han sido privatizadas total o parcialmente.
Entre 1992 y 1996 empiezan a ser importantes las ventas en bolsa de paquetes de acciones de esas ‘nuevas EP’, en general muy rentables; y esa política sólo hizo que acelerarse con el cambio de gobierno consecuencia de las elecciones de marzo de 1996 que dieron el poder al Partido Popular. Sobre todas las joyas de la corona’, por tratarse de grandes empresas con alta rentabilidad, fuerte posición de mercado y proyección internacional.
El grueso de las grandes (‘nuevas’) empresas públicas, ampliadas como consecuencia de los procesos de reestructuración-concentración (Repsol, Inespal, Indra, Tabacalera, Endesa, Argentaria y CSI), sean las que protagonizaron la fase posterior de privatizaciones (que alcanza básicamente hasta 2001), caracterizada por predominar la venta de sucesivos paquetes de acciones de estas empresas en el mercado bursátil.
El resultado lo hemos enunciado la desindustrialización de España. La razón fundamental, yo tengo la mía, las puertas giratorias.
LEÓN FELIPE (1884-1968).
¿Por qué habéis dicho todos
que en España hay dos bandos,
si aquí no hay más que polvo?
En España no hay bandos,
en esta tierra no hay bandos,
en esta tierra maldita no hay bandos.
No hay más que un hacha amarilla
que ha afilado el rencor.
Un hacha que cae siempre,
siempre,
siempre,
implacable y sin descanso
sobre cualquier humilde ligazón:
sobre dos plegarias que se funden,
sobre dos herramientas que se enlazan,
sobre dos manos que se estrechan.
La consigna es el corte,
el corte,
el corte,
el corte hasta llegar al polvo,
hasta llegar al átomo.
[…]
Aquí no hay más que átomos,
átomos que se muerden.
[…]
Vuelan sobre tus torres y tus campos
todos los gavilanes enemigos
y tu hijo blande el hacha
sobre su propio hermano.
Tu enemigo es tu sangre
y el barro de tu choza.
[…]
Y el hacha cae ciega,
incansable y vengativa
sobre todo lo que se congrega
y se prolonga:
sobre la gavilla
y el manojo,
sobre la espiga
y el racimo,
sobre la flor
y la raíz, sobre el grano
y la simiente,
y sobre el polvo mismo
del grano y la simiente.
Aquí el hacha es la ley
y la unidad el átomo,
el átomo amarillo y rencoroso.
Y el hacha es la que triunfa.