Por una seguridad basada en derechos, no en el miedo

“Si vis pacem, para bellum”: si quieres la paz, prepárate para la guerra. Cada vez que los inmensamente ricos han emprendido su guerra de clases contra la mayoría social han aumentado las condiciones de la represión. Así fue en España con la llamada Ley de Seguridad Ciudadana, tras la crisis de 2008 en la que explotó la burbuja inmobiliaria y los bancos decidieron que la ciudadanía pagáramos los platos rotos de una fiesta de la que nunca participamos.

Los gobiernos progresistas han tratado siempre de humanizar esa represión y volverla más reglada y proporcional: por ejemplo, el de la II República implantó las “porras” en los agentes, que hasta entonces tiraban fácilmente de arma de fuego.

De forma inquietante, Pedro Sánchez se resiste a derogar la Ley de Seguridad Ciudadana y solo va a revisar un artículo, pese al acuerdo de gobierno con Sumar. ¿Acaso espera necesitarla?

En la actualidad, la inseguridad no tiene que ver (en Rivas) con asociales comportamientos delictivos muy minoritarios, sino con la inseguridad de los jóvenes que no pueden emanciparse o familias que apenas llegan a final de mes. Es más fácil que te quite tu casa el banco o el casero por no poder pagar alquileres imposibles a que un okupa se te meta en casa.

Sentirse seguro y protegido depende de los servicios públicos y la garantía de derechos, con una policía que los defienda y defienda la propiedad de todos: nadie amenaza más nuestro derecho de propiedad que los especuladores y milmillonarios que acaparan y dilapidan los recursos del mundo, empobreciendo al resto.

No puede preocuparnos el “ladrón” que roba una cartera con 50 euros y luego no inmutarnos el “evasor” que se lleva un millón de veces esa cantidad a “paraísos fiscales”, a la espera de la siguiente “ley de amnistía” (las que sí gustan a la derecha) y sin pisar cárcel.

Pidamos a nuestros gobernantes una seguridad ciudadana basada en la cohesión social, en un orden basado en la garantía de derechos para todos, en vez de en los privilegios de unos pocos aparentemente inmunes a la Ley.

La lucha de décadas consiguió establecer eso que llamamos “Seguridad Social”, que permite vivir sin la inseguridad de quedar desprovisto de todo ante un accidente, enfermedad o una edad avanzada que, sin ahorros ni jubilación, abocaba a la miseria.

Frente a propuestas de abolición de la policía (populares en EEUU por su racismo policial endémico), urge que la ciudadanía dote de medios a los fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, para exigirles luego estar a la altura de su labor de protección de una sociedad pluralista, diversa y donde podamos irnos de vacaciones tranquilos y seguros…al yate de un amigo o adónde queramos.

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