OPINIÓN

¿Qué determina que unos ciudadanos no sean iguales que otros?

¿Por qué son ahora Francia e Inglaterra los que no quieren que se acabe la guerra en Ucrania?

Un análisis de Juan Manuel del Castillo sobre cómo los intereses económicos, las tierras raras y el negocio armamentístico pesan más que la paz. Mientras EE. UU. y Rusia negocian, Europa paga la factura.

Hoy es conocido que el conflicto en Ucrania llevaba preparándose por EEUU, varios años antes de la guerra del Dombás (12-4-2014). Y tres meses después de que empezara la invasión de Rusia a Ucrania (24-02-2022), los negociadores de las partes llegaron a un acuerdo de paz que fue vetado por Inglaterra y, presionado por estos, Zelenski rehusó ratificarlo.

Después vinieron otros intentos de parar el conflicto, hasta tres más, pero por razones varias, una o la otra parte y casi siempre terceros que no estaban poniendo vidas en juego, impidieron que se llevaran a efecto.

En todo el conflicto la Unión Europea ha sido el ‘convidado de piedra’ sin capacidad de decisión alguna, ha sido también quien pagaba, no solo gran parte del armamento, sino los efectos de la guerra, en su economía y su ciudadanía. Ahora EEUU (Trump como actor de representación teatral) le ha vuelto a ganar la partida y, dejando al margen a los actores directos, se ha sentado a negociar con Putin, incluso se ha atrevido a decir que ‘esta locura nunca tendría que haber empezado’, que ‘el culpable es Ucrania por pretender ser parte de la OTAN’, o que ‘la legitimidad de Zelenski es más que cuestionable’. Finalmente, que ellos se retiran de esta guerra de desgaste y sin sentido, que Rusia se quede con lo que considera que es suyo, y EEUU reclamará los enormes costes del material aportado, el asesoramiento y los intereses de todo eso.

El problema es que Ucrania no tiene dinero para pagar los miles de millones que EEUU les reclama. Trump les pide en compensación quedarse con la explotación y aprovechamiento de las llamadas ‘tierras raras’, la gestión de los puertos, la puesta en funcionamiento de los oleoductos de gas y petróleo Nord Stream 2 (ya reparado) y su gestión (compra de gas y petróleo a Rusia para vendérselo a los países europeos), y que sean empresas americanas quienes se encarguen de la reconstrucción de Ucrania, pagada ésta por la U.E.

Pero aún hay más. EEUU ha añadido otras demandas: la renuncia de Zelenski y elecciones en Ucrania (atendiendo a una petición rusa); la no entrada en la OTAN y su neutralidad absoluta; y la ruptura de compromisos mineros con Inglaterra y Francia. También Trump ha exigido a los países que conforman la OTAN la inversión de hasta el 5% en armamento, comprado a EEUU., de no ser así, ‘el protector americano’ dejará la Organización del Atlántico Norte.

¿Cuáles son los inconvenientes? Varios: resulta que Inglaterra y Francia ya están explotando los yacimientos de ‘tierras raras’ en Ucrania, y no quieren renunciar a estas concesiones; Zelenski acepta dejar la presidencia de Ucrania, pero pide garantías de seguridad para su persona.

Inglaterra (aliado sempiterno e incondicional de EEUU) y el segundo exportador de armas a nivel internacional, junto con Francia, también fabricante y exportador, quieren constituirse en los nuevos proveedores armamentísticos de Europa. Ambos, Starmer, primer ministro inglés y Macrón, presidente de Francia, son los que se han mostrado abiertamente dispuestos a mandar tropas a Ucrania. Es más, ambos han dicho estar dispuestos a poner su ‘paraguas nuclear’ al servicio de Europa. No quieren que acabe la guerra, mientras dure es y seguirá siendo una fuente inagotable de negocio. Para conseguirlo, el mensaje repetido consiste en meter miedo a todos los europeos, con la amenaza de que los rusos pronto llegarán hasta Gibraltar. Ya han conseguido que la UE apruebe una inversión de 800.000 millones de euros en armamento y dotación, supuestamente para apoyar a Ucrania contra Rusia.

¿Es que de pronto Trump y Putin se han hecho amigos? Ese término no existe en las relaciones internacionales, solo existe el término ‘intereses’. Y ni a uno ni al otro le interesa que la guerra continúe.

Trump necesita ‘hacer caja’ como sea, EEUU atraviesa una crisis galopante, su deuda pública alcanza los 36,02 billones de dólares (solo en 2024 ha aumentado en 2 billones), y los intereses que ésta genera están por encima de su propio presupuesto para defensa (el más alto del mundo). Con las condiciones del acuerdo que ha planteado, se quedarían con todos los recursos mineros (EEUU solo dispone de un 2% de las tierras raras en el planeta), con la explotación de los puertos, por donde tienen que entrar y salir todas las mercancías, con la compra y venta de todo el petróleo y gas rusos, y con la reconstrucción de toda Ucrania.

Putin conseguiría: quedarse con los territorios de influencia y habla rusa (en los que existen yacimientos de ‘tierras raras’ y otros minerales; imponer un nuevo gobierno en Ucrania no beligerante contra Rusia; evitar la incorporación de Ucrania a la OTAN; seguir vendiendo su petróleo, gas, excedentes de ‘tierras raras’, aluminio, etc., (les da igual quien sea el comprador); un acuerdo y un nuevo tratado de seguridad, con la imprescindible ratificación de la ONU (para que no sea papel mojado como los firmados anteriormente por Gorbachov y Yeltsin). Parece ser también que Trump le ha pedido a Putin que haga de mediador entre EEUU e Irán, para que éstos no interfieran sus planes con Netanyahu respecto a la ‘Rivera Palestina’ y ‘el Gran Israel’.

Mientras, la Unión Europea, sintiéndose desvalida por el desprecio de EEUU, va caer en manos de Starmer y Macrón, el primero representante de un país amiguísimo y satélite de EEUU, y el segundo, un presidente que tiene ‘el agua al cuello’ y está intentando levantar su pauperizada popularidad a ver si se salva… Alemania encantados con la reposición del suministro de gas y petróleo, en gran medida causa de su recesión económica.

Y España intentando ‘subirse a algún carro’ o una barcaza a ver dónde nos llevan ‘las aguas turbulentas’. Ya va siendo hora de que Pedro Sánchez tenga opinión propia, que imponga qué es lo que verdaderamente interesa al país que representa, cuales son nuestras fortalezas (que no siempre van a ser el turismo), y cuales nuestras necesidades: más sanidad, más educación, más servicios sociales, más atención al campo, mejores infraestructuras, medidas contra el cambio climático que nos acucia, regularización de los migrantes y derechos para todas…

Y entre esas necesidades, no están ni gastar más dinero en rearmarnos, ni meternos en ninguna guerra. Muchos miles de españoles/as ya expresamos bien alto ¿No a la OTAN’ y ‘No a la guerra’.

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