“Nada es sólido. Pierdes tu círculo de relaciones. Sufres muchas violencias de todas las formas posibles durante el proceso de exclusión al quedarte en esta situación” son las palabras de Ulises Marqués, un joven que ha pasado por una situación de sinhogarismo. Recomiendo escuchar con empatía y atención su intervención durante la presentación de la Revista de Estudios de Juventud que abordó la “Exclusión residencial entre las personas jóvenes: desafíos y propuestas para una sociedad más inclusiva”.1
En los últimos años hemos asistido a una ofensiva especuladora de la vivienda con un aumento constante en los precios de los alquileres, aumento de las cuotas de las hipotecas por las subidas de los tipos de interés. Al mismo tiempo la preocupación por la vivienda se ha consolidado como primer problema en España. El problema de la vivienda se extiende más allá de nuestro país y es ya uno de los elementos de mayor cuestionamiento de las democracias de occidente, como vienen alertando expertos “esta desigualdad destruye las bases de una sociedad cohesionada que sirva como sujeto político vertebrador de una democracia viable y sostenible”.
Situando este contexto general, profundizamos en una forma de exclusión residencial extrema, el sinhogarismo y el impacto en las personas jóvenes, según los datos del INE de 2022, las personas jóvenes en situación de sinhogarismo menores de 35 años constituyen en torno al 35% del total de la población sin hogar (28.552 personas sin hogar atendidas en centros asistenciales). Más del 80% de esas personas son de origen extranjero. Estas cifras no incluyen a las personas que duermen en calle.
De las personas jóvenes que se encuentran sin hogar 47,5 % señala que ha sentido discriminación basada en la exclusión extrema que les afecta. El 26,3 % señala haber sufrido una agresión verbal, el 24 % refiere haber sido víctima de una agresión física; y el 6,7 % afirma haber sido víctima de una agresión sexual. Tan solo el 4,5 % reciben Renta Mínima de Inserción y el 2,2 % Ingreso Mínimo Vital. En definitiva, este tipo de políticas públicas no están llegando a poblaciones en vulnerabilidad extrema.
Si recuperamos el testimonio de Ulises, una alerta que nos plantea es la rapidez con la que se cronifica la situación, algo que los datos y la investigación ya nos viene alertando, la necesidad de contar con políticas integrales, pero también con itinerarios específicos para los procesos de desinstitucionalización de las personas jóvenes sin hogar para que sean ciudadanos de pleno derecho y tomen el control de sus vidas. Un elemento central en este cambio de paradigma pasa por contar con la participación de la población joven en la formulación de políticas públicas, eliminando barreras burocráticas en el acceso a ayudas. Programas de apoyo a la emancipación y transición a la vida adulta atendiendo especialmente a quiénes salen del sistema de protección de menores. Acompañar en el catálogo de apoyos personalizados con apoyo social, psicológico, laboral. Como sociedad combatir la aporofobia y los discursos de odio hacia los colectivos más vulnerables, el falso mito “del pobre es pobre porque quiere” nos vacía de empatía la mirada y normalizamos y toleramos la injusticia.
1 https://www.injuve.es/observatorio/valores-actitudes-y-participacion/revista-de-estudios-de-juventud-127-exclusion-residencial-entre-las-personas-jovenes-desafios-y-propuestas-para-una