Se tiene la sensación y quisiéramos que no fuera cierto aquello que cantaba Mecano sobre las campanadas de fin de año “los españolitos, hacemos por una vez algo a la vez” porque lo que nos une metidos en ceremonias y celebraciones donde la música nombra nuestra memoria y asoma es una buena capella formando parte de un corifeo masivo entre cuyos miembros no se conocen. Tal espectáculo eriza el vello y convierte ese momento ausente de explicación en sublime. Primero el ritmo y tras ello incipientes melodías, acordes, sonidos hecho emoción u orquestaciones sin palabra, con palabra… qué más da, la música es desde su origen un escalón, el último escalón, la cúspide -hablo desde la opinión personal- donde la inteligencia deja su más alta condición y epifanía, donde desde el lamento al consuelo o desde la protesta a la gratitud tienen un sonido, una cantar que el cerebro identifica necesario
Ha querido la historia y la necesidad de nuestra condición que, llegados hasta aquí, sigan sonando ritmos como latidos, liras, cuerdas tañidas, teclas, aire en los metales y poemas cantados para ser contados resultando un identificador, un lugar en el que estar y tomar partido, una aspiración, un deseo, un empeño que en la mayor parte de las ocasiones se desvanece frente a la vida y lo práctico a lo que se nos convoca en lo profesional. Es entonces cuando la melomanía se mantiene en unos casos hasta hacer de ello una vida y en otros se nos arrastra a una escucha sentida, emocional, necesaria, pero vertebrada hoy en múltiples fórmulas, dejando que esa necesidad embrionaria de la música se convierta en producto. Un producto que no debería perder su base, su pilar y, por encima de todo, su naturaleza para que cada persona experimente al menos el lugar donde lo humano se mantiene. La música es de los músicos y de quien siente.
Y es que la música, el arte en todas sus expresiones, parece pertenecer a una dimensión extraña e insondable con la que nos relacionamos remitiéndonos a estados y sensaciones tan fáciles de sentir como imposibles en su descripción.
Siendo todo esto sabido, somos testigos y conocedores que existen unas líneas de comparación donde la música siempre está por encima, en la cúspide con respecto a todo lo demás. Pero es necesario señalar que, a sabiendas de esa necesidad, el producto resulta atractivo y su demanda se amplía en virtud de un apoyo y promoción que arrastra masas estratificando en diferentes niveles y propuestas la oferta. Todo esto parece que tiene algo de perverso en tanto que pudiera advertirse como una pugna entre las diferentes disciplinas relacionadas con el arte en las que la administración -en este caso municipal- elabora sus programas bajo el paraguas de lo que ha venido en llamarse políticas culturales, pero no lo es. Sin duda, a lo largo del curso y el año se manejan diferentes momentos en los que la música es y debe ser protagonista absoluta en las diferentes propuestas.
No hay fiesta ni celebración… no hay vida (podríamos añadir) que pudiera entenderse sin la magnitud emocional y colectiva que la música propicia. Pero existe otro capítulo acaso prosaico en su pronunciamiento y sin embargo importante para el alcance de objetivos como son las dotaciones económicas que se manejan en base a esa diversidad. A saber: Escuela Municipal de Música, La Casa + Grande, la Casa de la Música, el Auditorio Miguel Ríos, además de las contrataciones de orquestas por cada noche de fiestas, así como eventos musicales durante el año, Auditorio Pilar Bardem incluido, suponen un montante de inversión con cargo en parte al municipio que debiera ser más, desde luego, pero en este difícil juego de equilibrios es preciso señalar que ninguna otra disciplina alcanza ni de lejos en los presupuestos municipales estas cifras y apoyo.
Esa estratificación de la que antes hablábamos cubre un amplio abanico que ampara desde el inicio en forma de estudios básicos y la afición hasta la infraestructura necesaria para dar cobertura a los más destacados profesionales de la música. Ni de lejos y en nada cualquier manifestación que tenga que ver con las artes plásticas, valga como ejemplo, se presume, no con contar con un espacio de acuerdo con la entidad de la propuesta, sino a ser tratado o tratar de forma tan profesional, como lo son los artistas destacados que cubren los diferentes programas a lo largo del año y más concretamente en las fiestas del municipio.
El trato y los recursos que el municipio pone a disposición de la música ( hay que insistir en la validez y mantenimiento de ellos) no deja lugar a dudas acerca de la nula o escasa visibilidad y atención que reciben otras disciplinas de diferente formato. El rasero que se aplica es por la parte baja –acaso la cesión de un aula para la presentación de un libro, la cesión sin consecuencia alguna de una más que dudosa sala de exposiciones que no reúne los requisitos mínimos para llevar a cabo una muestra con cierta dignidad…
Bajo este escenario Rivas puede presumir sin duda del apoyo que brinda a la música y en cierto modo a las artes escénicas… a partir de ahí el recorrido que le queda por cubrir al municipio es mucho… Cuatro palabras rotuladas en tres paredes del municipio por muy Boa Mistura que se sea y a quien se le encargó por ser “conocidos” es no saber qué se tiene entre las manos cuando se habla de manifestaciones artísticas. Cabe en todo esto poner sobre la mesa los presupuestos que se destinan a todo lo que supone la actividad musical frente a las demás actividades y podremos ver sin fisuras ni interpretaciones capciosas de lo que estamos hablando. Algo mas de 2000 euros menos IRPF como dotación al premio de pintura Frida Kahlo, cacareado a bombo y platillo, es no saber por donde van los tiros; si a eso le añadimos que el ayuntamiento se queda con la obra… pues desaparece esa condición de premio para convertirse en compra. Este es el rango más alto que la corporación dedica a las artes plásticas… mal vamos con este apoyo y divulgación, salvo las ocurrentes intervenciones en espacios públicos convocando a artistas y colectivos a intervenir por poca dotación más de la que se contrata un animador de cumpleaños… En fin que todo, salvo la música y artes escénicas, queda en terreno amateur, cuando no ocupacional, para esta corporación a la que hemos votado y no responde a la altura de las diferentes propuestas que le pueden llegar desde dentro y fuera del municipio como llegan en el ámbito musical. Convendría recordar a esta corporación que la cultura es más que los escenarios a los que nos acercamos por necesidad y devoción
Siempre los artistas tuvieron que huir o debieron irse. En la hoguera de las vanidades se quemaron libros, pinturas, mapas y hasta ritos, pero nunca pudieron quemarse las canciones guardadas en la memoria. Larga vida a la música y que siempre nos acompañe, a través de la que antes o después podremos recordar que la gente de la cultura no es solo aquella que reconocemos por impacto mediático, sino los silenciados que nunca aparecen, nunca cuentan y por encima de todo aman la música.