Hay que recordar a las mujeres de Petrogrado que el 8 de marzo de 1917 iniciaron la manifestación que supuso la puesta en marcha del proceso revolucionario; fecha que posteriormente unificó la celebración del Día Internacional de la Mujer
La OMS, organismo dependiente de la ONU, en la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, celebrada en Madrid en el año 2002, adoptó el concepto de “envejecimiento activo” definido como el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen.
Las personas que han traspasado la edad de la jubilación conforman un grupo de población absolutamente feminizado. Por lo que es necesario relacionar los factores de desigualdad con cualquier otro aspecto, así la división entre trabajo retribuido y trabajo doméstico, el acceso a los bienes culturales, la utilización de los espacios de participación social y de ocio, el acceso a los puestos de poder y decisión, la oportunidad de recibir apoyo y cuidados en situaciones de dependencia, etc.
La incorporación de la perspectiva de género ha logrado un gran avance en contra de las teorías que han interpretado e interpretan la desigualdad estructural entre mujeres y hombres como consecuencia de características biológicas. La subordinación de las mujeres no tiene su origen en la naturaleza sino que es el producto de un sistema que impone la asignación de espacios, tareas, deseos y obligaciones diferenciales a hombres y mujeres.
Al analizar el perfil sociológico de las mujeres mayores de 65 años, sus necesidades, sus fuentes de ingresos y su estado de salud, se observan las consecuencias que el sistema patriarcal ha impuesto y todavía impone a más de la mitad de la población, distribuyendo roles que determinan emociones, percepciones e imágenes sociales congruentes con una posición diferenciada entre el mundo de lo privado reproductivo (femenino) y el ámbito de lo público productivo (masculino).
Hay que tener en cuenta la socialización de las mujeres mayores pues, para la mayoría de ellas, sus opciones vitales más importantes se realizaron durante la dictadura de Franco. Su educación perfectamente encajada en la ideología de la dictadura, apoyada por lo más rancio y fundamentalista de la Iglesia Católica, les hacía responsables del bienestar y la felicidad de todos los miembros de su familia, ahí descansaban todos los valores “femeninos”. Esta ética de los cuidados venía adornada con una propaganda del papel en el que la “reina del hogar”, fiel, sumisa y llena de encanto, obraba el milagro de conseguir confort, armonía, belleza en la casa y sobre todo, el bienestar de todos los dependientes mediante una donación amorosa de sí misma que había de ser completa y sin fisuras.
Con la muerte de Franco, la extensión de las ideas que preconizaban la liberación de la mujer, el abandono de su confinamiento en el mundo de lo privado, la búsqueda de su propio camino de realización y bienestar, la separación entre sexualidad y maternidad, y el paulatino uso libre de contraceptivos, pusieron en marcha lo que fue el cambio sociológico más importante del siglo XX. La incorporación de la mujer en la esfera pública, en el mundo del trabajo y de la participación social. Lo que dio origen al movimiento feminista en nuestro país y a la modificación de la situación económica para millones de mujeres. Pero una parte de la generación actual de mujeres mayores no llegó a tiempo de aprovechar estos aires nuevos para conjurar su destino y reconducir el rumbo de sus opciones vitales.
Igual que la mujer se vio expulsada del mercado laboral después de la I y II guerras mundiales, la educación nunca ha estado garantizada para ellas y esta menor formación implica una peor integración en la sociedad y/o en el empleo El analfabetismo en la España franquista es un ejemplo claro.
La división sexual del trabajo entre hombres y mujeres que se manifestaba en la vida de su etapa activa, se mantiene o incluso se endurece desde esta perspectiva género. La convivencia matrimonial durante la vejez se puede convertir en un medio de control de los varones hacia las mujeres, aunque también se da una reorganización de las tareas domésticas, involucrándose los varones un “poco más” en ellas. El cuidado de la pareja enferma y de las nietas y nietos es un trabajo que la mayoría de las veces recae en las mujeres, y que repercute negativamente en su salud física y psicológica.
Las mujeres en la vejez se encuentran más limitadas que los hombres en el desarrollo de su libertad, entre otros motivos porque sus medios económicos son inferiores debido a que no han podido trabajar en el sector productivo. Es imprescindible reconocer socialmente los trabajos invisibilizados y no remunerados pues en la etapa vital del envejecimiento las mujeres son las que más contribuyen al bienestar social y familiar con una mayor participación y dedicación de su tiempo.
Se queda en el tintero mucho del análisis sobre el envejecimiento activo de las mujeres. Pero es importante hacer un llamamiento para que se siga investigando sobre el envejecimiento de las mujeres, visibilizando las desigualdades que los sistemas de género todavía establecen en sus vidas, con el objetivo de promover un cambio emancipatorio en las nuevas generaciones que están envejeciendo con más recursos y experimentando caminos más diversos, construyendo modelos femeninos nuevos, subjetividades más liberadoras y gratificantes en la vejez.