Algunos titulares sensacionalistas cuentan que en España ya hay más perros que niños en nuestros hogares. Sin embargo, hay demasiados malos “padres” y “madres” de estos animales, que no se hacen responsables de los “peludos” que acogen en casa. Cada año se recogen casi 300.000 animales en las calles, de los cuales el 60% son perros.
Pese a la inmensa labor de las asociaciones protectoras (Rivanimal y Cantileros, en Rivas) y de centros como el CIPAR, el porcentaje de mascotas abandonadas que llegan a ser adoptadas no llega al 50% en España, según las estimaciones de la Fundación Affinity. Hemos generado un problema como sociedad, para luego no hacernos cargo de él. El 7,4% de esos animales fallece o son sometidos a eutanasia.
Los animales son “seres sintientes”, afirma la Ley de Bienestar Animal aprobada el pasado año. Eso hace que cobremos conciencia de que espectáculos como los circos o instalaciones como los zoos deben ser revisadas a la luz de las nuevas demandas éticas de nuestra sociedad. No hace tanto, en 1887, el Parque del Retiro de Madrid acogía un “zoo humano” para que los curiosos visitantes pudieran ver a los “pigmeos” en sus jaulas. Hasta hace cuatro días (1998), el Museo Darder de Banyoles de Girona exponía el cuerpo de un bosquimano. ¿Y si toca reflexionar ahora sobre el trato que damos a otras especies?
Durante siglos, se ha considerado aceptable infligir dolor y sufrimiento a los animales, privarlos de libertad, como forma de alimentarnos y extraer recursos para el ser humano. Sin embargo, cuando avanza la ciencia, la técnica y nuestra propia “humanidad”, ¿qué motivos hay para seguir comportándose así hacia otras especies cuando hay alternativas más éticas en la alimentación y en casi cualquier campo?
Se ha hecho célebre la frase del filósofo Adorno, que dijo que «Auschwitz empieza dondequiera que alguien mira un matadero y piensa: sólo son animales». El pasado octubre, el portavoz del COGAT, Ghasán Alian, organismo dependiente del Ministerio de Defensa israelí, afirmó: «Los animales humanos deben ser tratados como tales”, en referencia a los gazatíes. Todos vemos que está mal “deshumanizar” a las personas (o eso espero).
Algún día, será un consenso dar un trato más “humano” (que no es lo mismo que humanizar) a otros animales con los que compartimos nuestro hogar o nuestro entorno. Desde Zarabanda, no vamos tan lejos como para pedir a la ciudadanía ripense que asuma una “ética antiespecista”, sino que hacemos un reclamo más modesto: dejemos de abandonar animales y dejemos de bombardear personas. A estas alturas, ¿qué menos?