Mujeres singulares en plural: sin hogar… tampoco somos iguales

Sin hogar…tampoco somos iguales

Las cifras sobre las personas en situación de sinhogarismo generalmente reflejan una concepción restringida o estricta, pues se equiparan con la carencia de un domicilio, ya sea porque viven en la calle o porque lo hacen en los recursos dirigidos a personas sin hogar, dejando al margen otras situaciones de precariedad o vulnerabilidad.

Según el INE en el año 2022 había 28.552 personas sin hogar de las cuales el 77% eran hombres y el 23% mujeres.

Las mujeres no experimentan el sinhogarismo del mismo modo que los hombres y necesitamos conocer más acerca de por qué, cómo de significativas son las diferencias y cuáles pueden ser las implicaciones para la investigación, el diseño de los servicios y las respuestas estratégicas al sinhogarismo.

ETHOS

La Federación Europea de Asociaciones Nacionales que Trabajan con Personas sin Hogar ha desarrollado una definición extensa de esta problemática a través de la creación de la Tipología Europea del Sinhogarismoy la Exclusión Residencial -más conocida como ETHOS-donde las diferentes condiciones de vida son clasificadas distribuyéndolas en cuatro categorías conceptuales y sus respectivas subdivisiones:

1) Sin techo: personas que viven en la calle o en espacios públicos, sin un refugio que pueda ser definido como residencia o bien aquellas que duermen en recursos de emergencia sin que tengan un lugar de residencia habitual.

2) Sinvivienda: las alojadas a corto plazo (menos de un año) en recursos para personas sin hogar, en centros de acogida para mujeres víctimas de violencia de género, en alojamiento para inmigrantes, para quienes se encuentran en instituciones (centros penitenciarios, instituciones médicas, centros para menores, etc.) y no disponen de hospedaje en el momento de abandonarlas.

3) Vivienda insegura: quienes viven temporalmente con familiares o amigos, personas que residen en una vivienda sin título legal de ocupación, así como las que se encuentran bajo la amenaza de desahucio o de violencia por parte de su familia o pareja.

4) Vivienda inadecuada: las que que viven en estructuras temporales o no convencionales, como chabolas o caravanas, en viviendas no aptas para su habitabilidad según normativa o en las que existe una situación de hacinamiento extremo.

Las cifras del INE se basan en la “definición estricta”, así las mujeres están menos representadas en las categorías de “sin vivienda”, “sin techo” y más en “vivienda insegura” y “vivienda inadecuada”; formas veladas de sinhogarismo apenas estudiadas. Por tanto, las mujeres viven en situaciones de expulsión residencial previas a la exclusión severa, estando ocultas o en el ámbito privado, de puertas para adentro, con precariedad habitacional y sin presencia en la vida pública.

El género representa uno de los ejes de desigualdad más relevantes en las sociedades contemporáneas. Así, su igualdad constituye uno de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptada por la Asamblea General de la ONU en el 2015. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos situó, en febrero de 2020, a las mujeres entre los grupos más vulnerables, con las tasas más altas de pobreza relativa, carencia material severa, baja intensidad de empleo y pobreza extrema.

Una de las causas de la falta de hogar de las mujeres es la violencia de género que no se registra, reconoce o analiza suficientemente, sino que se trata como un problema social por «separado». La violencia ejercida por la pareja masculina, constituye un factor precipitante de primer orden del sinhogarismo femenino, aunque muchas mujeres permanecen en hogares violentos o bien regresan con sus agresores después de abandonar el domicilio, ante la ausencia de alternativas de alojamiento o la incapacidad para soportar las duras condiciones de vida que comporta la situación de sinhogarismo.

Otras causas del sinhogarismo de las mujeres son los empleos feminizados caracterizados por la precariedad y la ausencia de seguridad y protección sociales, por ejemplo: trabajadoras domésticas, cuidadoras de personas dependientes, explotación sexual… situaciones que no alejan a las mujeres de la exclusión.

Los estudios sobre las tácticas utilizadas por las mujeres para hacer frente al sinhogarismo señalan cómo éstas utilizan, en mayor medida, estrategias relacionales como pueden ser la petición de ayuda a familiares y amigos para no acabar a la intemperie o acudir a determinados recursos de pernocta, que se intuyen hostiles, por el riesgo de violencia y abuso al existir un predominio de usuarios masculinos.

Otro recurso es el de tener sexo a cambio de un alojamiento, pese a que las instituciones sociales evalúan este tipo de estrategias como una degradación moral, pues transgreden los roles sociales asignados a ellas. También es posible que subarrienden habitaciones en sus domicilios, que residan en viviendas sobreocupadas, sin contrato o que soporten situaciones de violencia en sus hogares, todas ellas formas de sinhogarismo estadísticamente invisibles.

Es importante incidir y profundizar en la categoría ETHOS de vivienda insegura. El estar empadronada o tener la opción de residir en una vivienda (y no a la intemperie), incluso cuando se tiene documento de tenencia de la misma, no es equivalente a sentirse segura en ella. Hay que profundizar en la dimensión social: privacidad personal, control de quién entra y quién sale, y sensación de que tu vida no corre peligro, esa es la clave si se desea tener una visión más completa sobre la exclusión residencial de las mujeres.

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