La directora de ‘Hoy por hoy Madrid’ presenta su nueva novela en Rivas, invitada por el Ateneo Republicano. La cita tendrá lugar el viernes a las 19 horas en la Casa de las Asociaciones.
“Entonces, ¿soy víctima de violencia de género?”. Con esta pregunta comienza ‘Una bañera de hojas secas’ (Plaza & Janés), la primera novela de la periodista Marta González Novo. Tras más de 25 años trabajando en Cadena Ser, la directora de ‘Hoy por Hoy Madrid’ da el salto a la ficción con un libro que narra el proceso de una superviviente de violencia machista: “Ahora hay que contar estas historias más que nunca”.
González Novo ha puesto mucho de sí misma en esta novela. Mucho de su experiencia personal y su historia familiar, mucho de sus entrevistas con expertos y expertas, mucho tiempo de documentación sobre el proceso judicial y el acompañamiento de las víctimas… El resultado tiene nombre propio: Rebeca Agustí, la “superheroína” con la que el lector recorre las primeras citas idílicas con el hombre de sus sueños, los cambios violentos de él, las humillaciones, el proceso de sanación de la protagonista y los fallos de una justicia que no siempre protege a las víctimas. “Sabemos que las mujeres tardan más de 8 años en denunciar, por eso son tan importantes herramientas como la habilitación de víctimas de violencia de género”, recuerda sobre el difícil paso que sigue suponiendo.
González Novo presentará su novela en Rivas este viernes a las 19 horas en la Casa de las Asociaciones (Av. Armando Rodríguez Vallina, s/n), invitada por el Ateneo Republicano de Rivas. En el encuentro, habrá un coloquio, preguntas de los y las asistentes y firma de ejemplares. Antes de la cita, reserva un hueco para hablar con Zarabanda.
¿Por qué una periodista elige la ficción para contar una historia sobre violencia machista?
Hay una parte autobiográfica. He podido hacer un homenaje a mis padres y el personaje que hace de hermano de la protagonista está inspirado en un amigo del alma que murió hace dos años. Cuando salí de la última reunión con la editorial, Plaza y Janés, les di las gracias por dejarme hacer un homenaje a mis muertos. Esto no lo podría haber hecho en un relato periodístico.
También he podido hacer algo muy bonito. He construido una heroína que pasa por todo el proceso de maltrato y, de esta manera, he salvado a mi abuela que lo sufrió y que no tuvo ni el soporte económico, ni la formación universitaria, ni la salud de la protagonista para poder superarlo. Además, yo siempre he amado la literatura, incluso por encima del periodismo.
Una de las frases que repites en la novela es “el silencio no te protegerá”.
Sí. Esta frase me la dijo la artista Paula Bonet durante una entrevista en Barcelona. Ella ha sufrido violencia y acoso por parte de un seguidor que se obsesionó con ella. Me dijo que hubo un momento en el que se planteó no denunciar, pero al final pensó que había que ponerlo en conocimiento de la Justicia. Me dijo “mi silencio no me va a proteger, ni a mí ni al resto” y esa frase me la tatué en el alma.
Antes me hablabas de ese maltrato psicológico que sufrió tu abuela y que es el tipo de maltrato que sufre tu protagonista. En el libro hablas de la manipulación psicológica del maltratador, de sus mecanismos para seducir y controlar a la víctima… ¿por qué decidiste escribir sobre este tipo de violencia?
Creo que es el que está menos contemplada por la justicia. Para mí el libro tiene dos pilares fundamentales. El primero, la parte psicológica, la importancia de saber lo que es la ‘triada oscura de la personalidad’, por ejemplo. Antes de embarcarnos en una relación sentimental, debemos saber si tenemos delante a un narcisista, a un sádico, a un psicópata… A veces son muy inteligentes y los indicadores no son fáciles de ver, pero la protagonista toma decisiones muy enamorada y de una forma muy precipitada, como casarse o tener hijos. Se deja llevar por la energía del amor que no te permite ver al otro. Al otro empiezas a verlo a partir del año o de los dos años.
El segundo pilar es la Justicia. Cuando vas con un parte de lesiones, con dos costillas rotas o un ojo morado, el maltrato parece evidente y aún así se archivan casos. Respecto al maltrato psicológico, la Justicia sigue sin tener las herramientas suficientes para proteger a las mujeres, sigue sin estar preparada. Primero hay que dotar de herramientas suficientes a las mujeres para que puedan entender que son víctimas de maltrato psicológico porque muchas veces su primer sentimiento es la culpa, pensar ‘será que yo he hecho algo mal’, ‘me habré confundido’, ‘seré la culpable de esto que está pasando’…
Por eso es importante el título habilitante para víctimas de violencia de género que conceden las administraciones públicas. Una vez que la mujer se encuentra con un equipo de psicólogas, de expertos y expertas que le dicen que eso es violencia de género y no simples discusiones de pareja, empieza un proceso que yo explico en la novela. Rebeca Agustí descubre que es víctima de violencia de género y ahí se hace fuerte, decide no aguantar más y se plantea la vía de los tribunales, pese a la dificultad que sabe que va a entrañar. Ahora mismo la Justicia sigue siendo mayoritariamente machista y se siguen archivando causas de mujeres que van a denunciar por maltrato psicológico. Por eso para mí es muy importante esta novela porque es un tema que está muy silenciado.
Ya han pasado casi 20 años desde que se aprobó la Ley contra la violencia de género. Durante estos años se ha hablado mucho más a nivel social de las violencias machistas y, sin embargo, cuentas cosas en el libro sobre algún proceso judicial que parecen impensables, ¿la Justicia está por detrás de la sociedad?
La Justicia va muy por detrás. En el penúltimo capítulo cuento que una compañera de Rebeca que tiene el título habilitante de víctima de violencia de género va a un juzgado de Madrid capital y -esto es real- una fiscal especializada le pregunta cómo una mujer que trabaja como Policía puede ser víctima de violencia de género. Yo con esta mujer sigo teniendo trato porque yo estaba ese día esperándola fuera del juzgado.
La violencia de género no entiende de estatus, ni de titulaciones universitarias, ni de posiciones económicas. La violencia de género es transversal.
En el libro hablas también de esas mujeres que sufren violencia machista y que se suicidan o tienen pensamientos suicidas, ¿es una realidad silenciada?
Sin duda. Una mujer que se suicida no computa como un homicidio machista. Cuando una mujer se suicida porque no puede más con el acoso del que está siendo víctima, no es un suicidio, eso es un homicidio. Mensajes de acoso, mails, hostigamiento… esa mujer se termina quitando de en medio porque no puede más. Eso no es un suicidio, es un asesinato.
Al principio de la entrevista hablábamos sobre esas primeras señales que emiten los maltratadores que tú vas narrando en el libro, pero ¿cuál es la línea entre lo que a veces llamamos “amor tóxico” y una relación de maltrato?¿O quizá sea lo mismo?
Pues es que tal vez muchas veces sean lo mismo. A mí una de las cosas que me ha reconciliado tras la publicación de la novela es el caso de una amiga que había conocido a un chico a través de las redes sociales. A la cuarta cita, él empezó a soltar frases muy parecidas a los mensajes que salen en mi novela. Mi amiga salió corriendo porque detectó que había un trastorno narcisista y que había comentarios sádicos. Era un tipo de perfil de ese depredador del que yo hablo en la novela.
Esto está imbricado en la sociedad y es importante saber reconocerlo. También hay mujeres que son así, no solo son los hombres. Yo en la novela lo he centrado en una mujer porque la estadística dice que hay más víctimas mujeres que hombres.
En una época donde parece que hay aún un cuestionamiento de la existencia de violencia machista o que se impulsa un discurso negacionista, ¿hay que seguir contando las historias de las mujeres que sufren violencia machista, incluso desde la ficción?
Más que nunca. Al programa a veces ha venido alguna de las concejalas o concejales que tiene Vox y yo esto lo he discutido con ellos en antena. Les dije que están negando una realidad que existe. Y claro, ese problema negacionista se traslada a la judicatura después y nos encontramos con mujeres a las que no creen. Por eso, creo que hay que contarlo más que nunca. Se ha avanzado mucho y estamos en un momento en el que el riesgo de retroceso es peligrosísimo.