Los quioscos, una especie en peligro de extinción

Hablamos con un lector, un periodista y una quiosquera

Hay una costumbre que Luis tenía con sus hijas, pero que ya nunca podrá hacer con sus nietos. Los domingos por la mañana, las llevaba al parque con la bici, pasaban por el quiosco más cercano y compraban el periódico de siempre. Las pequeñas también salían de allí con un jugoso botín: una revista infantil, unos cromos o la colección que habían visto anunciada en la tele esa semana. Eso le aseguraba a ese veterano lector un rato de paz, mientras saboreaba el café y leía las columnas de opinión de su diario de cabecera. 20 años después, con sus nietos, repite la operación, pero ya no hay quiosco en su zona por el que pasar. Tiene que coger el coche hasta el último que conoce: el de la Avenida José Hierro.

Este quiosco es, prácticamente, el único que queda en el barrio. Sobre su mostrador descansan las cabeceras de los grandes periódicos, pero también las revistas especializadas, que siguen siendo un refugio de lectura para los amantes de la ciencia, la historia o la moda. Sigue teniendo clientes que aprecian el tacto y el olor del papel, como Nino Olmeda, reconocido periodista y colaborador de Zarabanda: “Antes lo compraba cerca de casa pero cada año me he tenido que ir más lejos para adquirirlo”.

Los quioscos: un David contra Goliat

En el quiosco de la Avenida José Hierro llevan casi dos décadas sirviendo las noticias del día a los ripenses, pero miran el futuro con preocupación: “Cada vez se compra menos prensa”, asegura una voz femenina que atiende a la clientela al otro lado del mostrador. Este quiosco ha visto cerrar a todos sus homólogos en el barrio, los dos últimos que recuerda la vendedora, durante la pandemia de covid-19: “Las nuevas tecnologías y las suscripciones lo han cambiado todo”, asegura. 

Un paseo por la Avenida de Covibar da buena cuenta de las huellas de esa cultura del periódico en papel. Las marcas en el suelo aún visibles del quiosco frente al Parque de Montarco, el metal gastado de la caseta del Parque de Asturias o una estructura cilíndrica cerca del Parque del Encuentro son las particulares “ruinas” que van dejando en la ciudad los quioscos que van cerrando. 

La vendedora de Avenida José Hierro revela que su secreto para aguantar es, precisamente, ir introduciendo nuevos servicios, como la venta de otros productos o ser punto Celéritas, pero reconoce que reman con todo en contra y sin una sola ayuda. Nino Olmeda hizo, incluso, alguna propuesta al Ayuntamiento para darles una nueva vida: “Deberían ser de nuevo puntos de encuentro vecinal en los que se puede adquirir prensa escrita y otros productos. Y si además se pudiesen añadir una o dos mesas para tomar café leyendo el periódico, mejor que mejor. Los parques serían los lugares ideales. Los quioscos también podrían ser lugar de recogida de información municipal. Unos se ayudan a otros, y todos tenemos un quiosco cerca de casa. Si se pierde el interés por la lectura, terminaremos hablando con emoticonos y por señas”.

El papel, la mirada profunda en la era de la inmediatez

En las últimas décadas, los medios han sufrido una transformación radical. Hoy los periódicos en papel tienen también sus versiones online. En las redes sociales, las noticias conviven con las ‘fakenews’, las opiniones se mezclan con la información y las mentiras se comparten más que la verdad. El número de webs se ha multiplicado, pero eso no se ha traducido en una mejora del derecho a la información: “La mirada del lector se adapta a la inmediatez de los tiempos y eso lo dan las redes sociales, que no ofrecen serenidad ni tiempo para digerir la noticia, más allá del titular, que si es posible, será llamativo y escandaloso”, opina el veterano periodista. 

Por tanto, aunque las redes sociales han facilitado el acceso a la información, el periodista cree que “sigue siendo necesario que los medios de comunicación serios, los tradicionales y los nuevos, garanticen que la información llegue a los ciudadanos sin adulterantes ni manipulación”. Es una sensación que comparte Luis, nuestro lector, que con 60 años tuvo que sumergirse en un mundo que le es extraño: “A veces es difícil filtrar las noticias porque los cebos, que son la forma de enganchar al lector en internet, a veces no tienen nada que ver con el cuerpo de la noticia”. Para él, los medios tradicionales no se traducen automáticamente en una mayor credibilidad, pero sí hay una diferencia clara con las noticias que encuentra en las redes sociales: “En un periódico sabes quién escribe la noticia y cuál es su línea editorial”, explica. 

En todos los formatos, el papel del periodista debe ser siempre informar con rigor, pero en los periódicos y revistas de papel, además la información se ordena para el lector y se jerarquiza en una portada. Todo lo que tiene que saber sobre el mundo ese día puede llevarlo bajo el brazo, no solo aquella información que busca, sino también la que debe conocer a ojos de los periodistas. 

Luis, muy a su pesar, hace tiempo que el café de los domingos se lo toma leyendo las noticias en la pantalla de su móvil. El algoritmo de Google le muestra noticias según sus preferencias y en las redes sociales pueden leer las opiniones de la gente más afín a lo que piensa. Aún así, siempre que puede pide el periódico de papel en el bar. En la era de la desinformación, de la rapidez y de la fatiga informativa, sigue pensando que no hay mejor manera de asomarse al mundo que dedicar tiempo a escrutar las páginas de la prensa: “Es un tiempo de tranquilidad solo para ti”. 

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