Todos los años pasa lo mismo. Llega diciembre y empieza el desembolso en gastos previsibles, y no tanto, por la cercanía de las navidades, que incluyen además de las comidas propias de esas fechas, los regalos de los Reyes (pero Magos) y Papá Noel que tanto esperan los niños y niñas. La bolsa del dinero se encoge porque tenemos que afrontar estos gastos extra sin disponer de ingresos extra.
Después de la llegada del nuevo año (2024), con todos los gastos de Navidad encima, aparece en nuestras vidas la ‘cuesta de enero’, el nombre que recibe el conjunto de subidas de precios, tarifas y tasas que suceden al inicio de cada año. Y que afectan a la capacidad de compra de los consumidores, La cuesta de enero no perdona.
Lo que para algunos es un zigzag en su contabilidad y poco más que respirar unos segundos debajo del agua, para muchos es algo que sienten todo el año: su vida es una cuesta tan empinada que nunca ven el terreno llano en su existencia. Los datos indican que el 33% de los hogares llega justo a fin de mes, el 13% debe tirar de ahorros y un 7% de créditos.
El coste de la vida impide que el equilibrio entre ingresos y gastos sea razonable porque, aunque los datos de la inflación mejoren y haya previsiones de futuro optimistas, habrá millones de trabajadores que volverán a perder poder adquisitivo, ya que los sueldos de los empleados públicos y la mitad de los privados estarán por debajo del IPC. Se necesitan más ingresos para pagar nuestros gastos comunes y que el Salario Mínimo se incremente para impedir que personas con empleo sigan siendo pobres con curro y sueldo de miseria.
Además, es necesario que todas las administraciones trabajen para aligerar las cargas de muchas familias sin los ingresos mínimos necesarios. Se necesitan viviendas baratas y más inversión pública en educación y becas comedor. También la sanidad pública necesita una financiación decente para hacerla más rápida y unos médicos mejor tratados y bien remunerados. Así, no será necesario acudir a la sanidad privada, que, por cierto, está bien atendida en los presupuestos de, por ejemplo, la Comunidad de Madrid, cuya presidenta, Isabel Díaz Ayuso, está más interesada en salvar España del ‘sanchismo’ que en atender bien a los madrileños.
Si las administraciones públicas rebajan el peso de las mochilas de cada familia, la prosperidad podría llegar a más personas y la cuesta de enero sería para la gran mayoría de los ciudadanos algo ligero que requiere un pequeño empujón.