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Las “otras cunetas”

Mientras miraba hace muy poco una foto mía con cuatro años, sentado en una pierna del Rey Gaspar, pensaba que quién le iba a decir a ese niño de pos-posguerra incivil española (aproximadamente 1957…, en España la posguerra duró muchísimo…si es que ha terminado del todo), una tarde del 5 de enero en los bajos del “Anexo de Galerías Preciados” (hoy en Fnac) en la Plaza de Callao de su tierra, cuando aún faltaba mucho para erradicar la tuberculosis en el país, y muy poco para que tomara la leche en polvo y el queso amarillo de la ayuda americana en su colegio público. En que quién le iba a decir que más de sesenta años después, él y todos iban a tener que encerrarse en casa porque el mundo entero no puede con un virus. ¡Él niño que había sido salvado por la penicilina!

Y lo que es peor: que seis décadas después sus compatriotas, ya en la democracia por la que luchó tanto, se iban a seguir atacando unos a otros en incivilismos guerreros para ver quien sacaba más escaños, para colocar a más “suyos”. Y que vería –o aún peor, no vería- morir a cientos de miles de personas en menos de un año en pleno 2020.

Pensaba en el día de enero del que pronto hará un año, cuando leyó y oyó en los medios que “el viernes 31 de enero en un avión fletado por el Reino Unido, que dejó previamente en Inglaterra a un centenar de ciudadanos británicos residentes también en Wuhan, un avión había aterrizado en el aeropuerto de Torrejón (a algo más de 20 kilómetros de Rivas Vaciamadrid) con 19 españoles, un polaco residente en España y una ciudadana china embarazada, casada con un ciudadano de nuestro país… que todos permanecían asintomáticos y ya habían empezado a recibir las visitas de sus familiares, que les han llevado algunas cosas para hacerles menos aburrida la cuarentena, como libros, queso, jamón o chocolate”. Que “Desde el Ministerio de Sanidad llaman a la calma y a no discriminar por miedo a los ciudadanos chinos o asiáticos en general, y recuerdan que en España solo se ha confirmado un caso por ahora, el de un turista alemán aislado en el Hospital Nuestra Señora de Guadalupe de la isla de La Gomera. El paciente, que se contagió en Alemania al tener contacto con una ciudadana china, ya no presenta fiebre ni síntomas de la enfermedad…””

Pensaba cómo el 28 de febrero (después de que hubiese llegado a Torrejón otro avión con repatriados; este con menos publicidad) nos contaban que “por primera vez desde que llegó a España el coronavirus Covid-19 un paciente se encuentra «relativamente grave». Así lo describía la directora general de Salud Pública de Madrid, Yolanda Fuentes responsable de la “vigilancia, análisis y control epidemiológico de la salud y sus determinantes”, así como de “la incidencia de las enfermedades transmisibles y no transmisibles y su distribución en los distintos grupos de población y la vigilancia epidemiológica y control de microorganismos multirresistentes” en el Gobierno de la Comunidad de Madrid”, y añadía que se trata de un varón de 77 años con patologías previas que permanecía ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Torrejón.

Pensaba cómo nos iban diciendo poquito a poco que Torrejón iba siendo la localidad más afectada por nuevos casos de Coronavirus en España, y algún otro caso, pero que no era alarmante, que teníamos que mantener la tranquilidad, a pesar de algunos fallecimientos, y que no teníamos que usar mascarillas. Y pensaba cómo, tan solo unos días después, el 14 de marzo, el presidente del Gobierno decretaba el Estado de Alarma en España y el confinamiento de toda la población, sin que desde luego nadie hubiese relacionado ni comentado (creo que aún no lo han hecho) que quizá lo de Torrejón pudo tener que ver algo con este virus “selectivo” que pareciera ideado por la más maquiavélica de las mentes humanas. Ni que quizá cuando los aviones llegaron a Torrejón, el virus ya circulara por España como Pedro por su casa.

Y luego ya pensaba en residencias de ancianos, en las centenas y centenas, y miles y miles de muertos en España que no hemos visto, y que, a mi parecer no sabemos cuántos son a día de la fecha, y que en tantos casos han muerto solos y solas, y así han sido no sé si enterrados o incinerados… no sé.  Pensaba en los aplausos de las 20 horas, y en el show de las 22 banderas… Y en la sanidad pública desmantelada.

Y pensaba en cómo la antes citada directora general dimitía en el mes de mayo por discrepancias en cuanto a la entrada en “desescalada” del confinamiento, y por discrepancias en cómo se estaba llevando en nuestra ciudad y país la gestión de la pandemia.

Y ya en enero de 2021 me resulta tan indignante como ridículo, penoso y hasta desvergonzado seguir leyendo, oyendo, viendo a unos y otros: políticos y pueblo, “pegándose” y “plegándose” por la derecha y por la izquierda, e intentando salvar a unos u otras (no me refiero a contagiados), mientras el Gobierno asume oficialmente que ya se pasa de 50.000 muertos, que, dado lo dado, y visto lo no visto, siento no creer a nadie, pues llevo casi un año con la sensación de que, unos y otros, no me están diciendo la verdad del asunto… desde Torrejón.

Pero no importa, tenemos un macro-hangar sin paredes ni casi sanitarios, ofrecido para meter lo que quepa, incluso unas vacunas que nos dijeron necesitar “neveras” que tampoco tenemos.

Y pienso también mirando hacia EE.UU, que debíamos parar urgentemente a reflexionar muy seriamente.

Enrique Vales Villa

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