Las arcas de Noé

Las arcas de Noé

Bajo las aguas del diluvio los dioses hicieron pagar a la humanidad antigua por sus pecados, pero dejaron la raíz de un mundo nuevo en aquel que construyera el arca de la salvación para unos pocos puros y para los animales que volverían a repoblar la Tierra. Es el mito del diluvio universal, tan universal que aparece en las historias de pueblos de todo el planeta. Desde la tradición mesopotámica o la judeocristiana que recogió la Biblia, hasta lugares tan alejados de éstos como la India, las culturas de Mesoamérica o en las islas del Pacífico.

Se han recopilado más de 400 historias similares por los investigadores. Así, James Frazer señaló los paralelismos existentes entre la tradición bíblica y la de la Antigua Mesopotamia. Para Julio Camarena, “el relato de una gran inundación que anegó toda la tierra, enviada por dioses creadores decepcionados por el comportamiento del género humano, la elección de entre ellos de unos pocos justos para que se salvaran en un gran arca junto con los animales del campo y las aves del cielo, perpetuando así las especies, era bien conocida entre las ciudades-estado desde el III milenio a.C. con otros dioses y otros hombres justos.” De esta manera, el diluvio aparecerá en lugares tan lejanos como Siberia, China o las islas del Pacífico, en culturas como la budista, la maya o la de los indios norteamericanos.

Todas estas tradiciones suelen coincidir en una serie de puntos: la humanidad es exterminada por un diluvio, todos perecen, excepto uno o varios elegidos que sobreviven en un barco o arca y que serán los encargados de volver a repoblar la tierra junto a los animales que los acompañan.

Las historias más antiguas del diluvio pueden leerse en los textos cuneiformes sumerios gracias a los cuales poseemos amplios fragmentos del tema, y, sobre todo, en los textos acadios, que son los que nos ofrecen la mayor información en dos grandes obras:

La primera es el poema de la Creación del Hombre, conocido por el título de Atramhasis o Inuma ilu, cuya redacción conocida más antigua pertenece a los siglos XVIII o XVII a. C. Esta versión en lengua sumeria procede de una tablilla encontrada en Nippur. La inminencia de un diluvio es transmitida al héroe del relato (Ziusudra, el de vida longeva), sacerdote y probablemente último rey de Shuruppak, por el dios Enki a través de una pared. En la quinta columna hallamos el desarrollo de la catástrofe durante 7 días y 7 noches que acaba con toda la simiente de vida sobre la tierra. Tras el cataclismo, Ziusudra se postra ante Utu, el dios sol, procediendo a la inmolación de bueyes y un carnero.

La segunda obra es la tablilla XI del Poema de Gilgamesh, en su versión ninivita, versión que podemos fechar en la segunda mitad del II milenio a. C. Precisamente en una versión de este tipo debió inspirarse el relato bíblico.

Ea, dios de la Sabiduría, advierte al protagonista Utnapishtim que los otros dioses, encabezados por Enlil, el Creador, proyectan un diluvio universal y él debe construir un arca. Utnapishtim construye un arca en siete días. Cuando comienza a caer una lluvia agostadora, él, su familia, los artesanos y ayudantes que llevan sus tesoros, además de numerosos animales y aves, entran en el arca.

Durante todo un día sopla el Viento Sur, sumergiendo montañas y barriendo a la humanidad. El diluvio continúa durante seis días, pero cesa el séptimo. Toda la humanidad se ha ahogado y vuelto a la arcilla. El arca es llevada por la corriente al monte Nisir, donde Utnapishtim espera otros siete días. Luego envía afuera una paloma, la que, al no encontrar donde posarse, vuelve al arca. Siete días después envía una golondrina, la que también vuelve. Después un cuervo, que encuentra carroña para comer y no vuelve, porque las aguas han bajado.

La tradición del diluvio también es recogida por Berossus, un sacerdote babilónico del dios Marduk, en su segundo libro de la Babyloniaka (“Historia de Babilonia”). Su versión es muy similar a la del Gilgamesh, aunque cambia su protagonista: en este caso es Xisouthros, posiblemente una derivación griega del sumerio Ziusudra.

Hablando ya de la tradición judeocristiana, según Robert Graves, el mito hebreo de Noé parece proceder de esta tradición mesopotámica, y ha inspirado a su vez las versiones árabes del Corán. En su vertiente judeocristiana, podemos hablar, a su vez, de dos versiones: la yahvista (donde se emplea el nombre de Yahvé) y la eloista o sacerdotal (en la que aparece como dios Elohim). La fusión de ambas dará origen al mito recogido en la Biblia, concretamente en el libro del Génesis.

Pero el mito el mito mesopotámico del diluvio no sólo pasa al texto bíblico, sino que también influye y es reelaborado en la mitología greco-latina. Así, Genofonte señala hasta cinco diluvios si no universales sí anegadores de una buena parte de la tierra conocida: El primero tuvo lugar durante el reinado de Ogiges, el segundo en tiempos de Hércules, el tercero en la época del segundo Ogiges, el cuarto es la historia de Deucalión y Pirra, quizá la historia más conocida, tratada por Píndaro y Apollodoro y recogida más tarde por Horacio y por Ovidio, en sus famosas Metamorfosis. Y el quinto y último cuando la guerra de Troya, siendo este último conocido como “Faronio” o “Faraonio” porque sumergió una parte de Egipto.

Y podríamos seguir con muchos más diluvios. Entre los grupos mayas que dejaron testimonios escritos durante los períodos Posclásico y Colonial encontramos distintas versiones sobre la existencia de un diluvio que dio al traste con el mundo anterior y permitió la creación de un nuevo orden cosmológico. A esta podemos sumar tradiciones en Chile, Paraguay, México o Perú, pero también en la India, en África, como la de los Moussaye del Chad o la del bajo Congo, según la cual el Sol encontró a la Luna y le tiró barro para apagar su brillo. Se produjo entonces un gran diluvio y los hombres que lo sobrevivieron se convirtieron en monos.

Pero es que también podemos hablar de tradiciones celtas o incluso de la Melanesia. Un vínculo que une a todo el planeta en una gran aventura en la que seres humanos y animales purgaron tiempos pasados y comenzaron juntos un nuevo tiempo.

Artículo de Francisco Muriana y Yolanda Barreno

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