Porque lo cierto es que, en general, vivimos todos bastante escorados hacia la mentira. En la vida personal, en la intimidad de la conciencia, en las relaciones familiares y sociales. No digamos en la actividad política, cuyo entero andamiaje se asienta en el engaño, la tergiversación o la manipulación, y sofoca radicalmente su credibilidad.
Frente a este panorama a la vez reseco y escurridjzo cabe aportar un talante vital de autenticidad, un estilo de coherencia que solo se cotiza y se premia en ambientes muy especializados. Lo que verdaderamente triunfa en nuestros territorios es la mentira con sus mil caras, la estrategia sesgada pero certera y dañina. Es realmente muy espeso el ambiente de engaño, ocultación y hermetismo opaco que nos envuelven y nos paralizan
Tanto, que no podemos resignarnos y someternos a él. El dominio de la falsedad y de la mentira (entera o a medias tintas) genera actitudes tan tóxicas como la inercia y hasta la parálisis. A ellas cabe contraponer una cierta dosis de utopía, que es el horizonte dinamizador de nuestros empeños y proyectos dormidos o vacilantes y que refuerzan la inercia .El filósofo marxista italiano Antonio Gramsci calificó la utopía –con audacia y acierto- como “la vida nueva y bella” que orienta nuestros pasos, alivia nuestra pesadumbre y consolida nuestra esperanza.
La verdad y la voluntad son compañeras y van de la mano en la construcción de una sociedad diferente animada por la utopía. Pero no debemos conformarnos con una sociedad inerte y vacía, sino nacida de una voluntad positiva generadora de energía y de lucha que culminen en logros beneficiosos y liberadores para esta sociedad nuestra.
La pasividad, la violencia y la indiferencia conformista son los peores enemigos de una ciudadanía dinámica y utópica. La exigencia de respuestas y el compromiso personal y colectivo son, por el contrario, las claves positivas de una transformación social auténti.
Santiago S. Torrado
LLUVIA
Empapados de alma y sentimiento
vamos andando la vida
entre abruptas esquinas,
cálidas mesetas,
pausas y quebrantos,
múltiples apremios.
Hay una dulce lluvia
que nos templa y nos acoge
sin ruido de viento
ni rumor en el cristal;
solo un calor de chimenea
en el hogar.