Me he acomodado a estar escondido en el corazón de la manzana, en donde me encuentro a salvo del cazador, Orión, que no para de seguir mi rastro (1). Es incansable. Acostumbrado a esperar, tengo tiempo para meditar y calcular meticulosamente cada paso que daré cuando sea posible salir de mi guarida. La Bestia —ese gigante mitológico—, camina tranquilamente por la faz de la Tierra y se cree segura, segura de su poder (Nada más lejos de ser una certeza, nada más lejos.)
Cuando Orión sale, el Escorpión se oculta, que a su vez sólo sale cuando aquel se acuesta. Estrategia. Es un eterno juego del escondite en el que la astucia del arácnido marca la diferencia. Eudoxia no podrá proteger al de Tanagra, de eso me encargaré yo; ni Zeus, ni Hermes ni Poseidón bastarán para cubrirle las espaldas. Soy el Escorpión; paciencia infinita, memoria, determinación inquebrantable, ¿Qué importa el tiempo?, ¿Qué importa el sufrimiento? ¿Qué importa el qué?,
La suerte está echada. El destino es el destino, nadie puede escapar…
(1) Orión, hijo de Poseidón y Euríale (que a su vez era hija de Minos, rey de Creta), durante el curso de la cacería con la diosa Artemis y su madre, Leto, se jactó de que podía matar a todos los animales y bestias de la Tierra. Pero la Madre Tierra, alarmada, envió a un escorpión para matarle, cosa que el arácnido consiguió hacer. Nadie está a salvo de su soberbia.
Hades Gaudó
Nota a pie de página: Como quiera que este espacio es reducido, tengo que restringir los ruegos habituales para que desde Europa se tomen medidas efectivas para ayudar a los refugiados. Ya sean sirios o africanos, sean subsaharianos o magrebíes, a todos lo que sufren. A pesar de los gravísimos problemas que ahora tenemos “en casa” por causa del Covid-19, el “coronavirus” dichoso, en Europa y en España no cejamos en el empeño: seguimos cerrando fronteras; continuamos levantando barreras, unas de espino y otras de papel, algunas —mucho peor— de acero invisible, barricadas custodiadas por cíclopes y dragones (malditas leyes e ideologías). Cientos, miles de muros y vallas siguen elevándose hacia los cielos en todo el mundo…. Cientos de miles, millones de personas, continúan sin poder ejercer uno de los derechos elementales del ser humano. Lejos de resolverse, la situación se agrava cada día más ¿Quién ha dicho que tenemos derecho a levantar vallas y a cerrar fronteras? ¿a quienes queremos engañar?
Y no queremos terminar sin volver a recordar un asunto puntual importantísimo para ayudar en España como es el de solucionar de una vez por todas la insoportable la situación española en el asunto de los desahucios: cientos, miles de familias quedan en la calle porque la legislación española no soluciona la gran estafa que la Banca ha propiciado en las últimas décadas; auténtico pillaje que está dinamitando la cohesión social. A pesar de la grave situación actual, tampoco eso cambia y sigue su curso exactamente igual que hace unos meses. La Banca es implacable…
Y todo eso hay que hacerlo dejando aparte cualquier tipo de consideración ética y/o moral dejando de lado las ideologías, las creencias religiosas y las consideraciones económicas…, eso hay que hacerlo simplemente PORQUE ES LO CORRECTO.