La historia enseña, pero no tiene alumnos

Pues si, hace ya un año que comenzó la nueva vida de mascarillas, distancia de saneamiento social y lavado de manos hidrogélico. Un año ya.

Recordamos nuestra rápida conclusión (ansia) de volver a ser normales, de volver mas fuertes, todos en unión y aplausos sanitarios desde los balcones y terrazas ripenses. Ahora sabemos que el ser humano se acostumbra a todo lo que caiga y que tenemos que hacernos seguidores de la frase que encabeza este artículo: “la historia enseña, pero no tiene alumnos”. Frase atribuida a Ingebor Bachman, poetisa austriaca de influencia radiofónica, y que hemos encontrado en las múltiples lecturas pandémicas que están haciendo de nosotros, cigüeñeros de pro, intelectuales de toma pan y moja.

Pero, ¡ay!, aquella ansiada normalidad nos ha traído a la catástrofe de los rebrotes y las olas variadas. Los miles de ripenses que no salen en los anuncios de Coca Cola y los miles para los que se fabrican esos anuncios de Coca Cola, todos esos vecinos, no podían ni imaginar, que a pesar de hacer todo lo que decía el manual del buen ciudadano que debían hacer, iban a ver como el infierno se abría bajo sus pies.

Comenzamos entonces a hablar de la “nueva normalidad”, sin darnos cuenta que era un oxímoron (¡mira en el Google, leches!) de baja calidad. Y es que si la normalidad es nueva, no es normalidad y, si es normalidad, no es nueva. O sea que la cosa va a estar fea, pero tenemos que acostumbrarnos y ya veremos, todo será otra vez normal.

En fin, queridos/as ripenses esto es como ahorrar comprando, ejército pacificador, dulce amargura. Digamos que “nueva normalidad” es al siglo XXI como lo de “dios proveerá” o “si dios así lo quiere” a los últimos 2000 años, un antídoto contra el cambio, una vacuna contra la rabia, un consejo de sacerdote o de diputado “políticamente correcto” para pedir tranquilidad cuando el cuerpo pide enfado.

Los seres humanos, y los ripenses también, nos adaptamos, somos resilientes (¡vuelve al Google!). La vida persevera y aún en la mas repelente desventura aquí no tira la toalla ni el famoso Tato. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí y hay una confianza profunda, irracional, escrita en la historia y en los genes de que alguien vendrá a ayudarnos. De peores hemos salido.

Psicológicamente ayudar nos hace sentirnos bien, tal vez porque entendemos que nos hace merecedores de ayuda y porque nos coloca en el lado correcto del devenir histórico.

Vecinas y vecinos, hemos llegado hasta aquí cooperando y eso lo vemos en lo que la historia nos enseña,… pero no hay alumnos que trabajen este tajo. No podemos pensar que la buena gente de Rivas Vaciamadrid, cuando esto pase, se olvide del coronavirus, que los gastos los asuman, como siempre, las clases bajas y medias, que la ciencia vuelva a importar una mierda y que la desigualdad siga medrando por un sistema neoliberal que está al límite de la maldad psicopática.

Llamadnos cenizos, pero ya empezamos a estar hartos de tener razón, como decía el matemático loco de Parque Jurásico cuando se escapó el tiranosaurio.

Volver a la normalidad es la intuición lógica de regresar a la vida que teníamos, cuando estábamos mejor, porque, salvo unos pocos, la totalidad hemos empeorado nuestras condiciones. La vida normal que teníamos ¿merecía la pena?. Busquemos otra.

Abramos nuestras mentes al cambio, desobedezcamos nuestra vaguería, entendamos que el planeta se defiende con plagas y fenómenos climáticos porque está al borde del colapso porque el objetivo de nuestros sistemas económicos no es producir bienes y servicios para que la sociedad avance. El objetivo es el beneficio, el dinero.

Así que, hay que ser consecuentes y apoyar a quién coloca al ser humano por delante del euro contante y sonante. La economía sin salud, sin vida… ¿Qué es?.

Salud y comunicación desde El Pregonero programa informativo de Radio Cigüeña.

www.radiociguena.org

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