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La guerra de Ucrania y la nueva distribución estratégica del mundo no favorecen a los saharauis

Hay quien afirma que las casualidades no existen y seguramente tengan razón. Evidentemente no es casualidad que, justo en pleno conflicto en Ucrania, cuando Putin considera que tiene sometida a Alemania y a gran parte de Europa, por su dependencia del suministro de gas ruso, ahora es cuando corre prisa solucionar los varios conflictos en el Magreb.

Hasta hace unos días la posición española respecto al Sáhara (donde aún sigue siendo potencia administradora), aunque tibia y sin pronunciamientos ni decisiones claras, era de apoyo al Frente Polisario y a la autodeterminación del pueblo saharaui, en línea con las resoluciones de la ONU. Pero la pasada semana, la posición española ha cambiado radicalmente: se acepta la propuesta de ‘autonomía amplia para el Sahara Occidental’ como territorio definitivamente integrado en el reino de Marruecos’. Y ésto de golpe y porrazo, sin ni siquiera discutirlo ni comentarlo con sus socios de gobierno, los de la coalición de investidura y mucho menos a la oposición.

¿Qué ha cambiado? Las presiones de Marruecos, casi cerrando fronteras, cortando comunicaciones marítimas, impidiendo el paso por su territorio del gas argelino, animando los saltos de la valla de Ceuta, alimentando el flujo de pateras…, incluso amenazando con reclamar las ciudades de Melilla y Ceuta o las aguas territoriales de Canarias, como parte de su país. Todo esto lo primero. Pero no solo, evidentemente ha cambiado la geoestrategia en el mundo y la invasión de Ucrania por Putin y su ejército, lo ha acelerado.

Es imposible ganarle a Putin con las armas, a no ser que intervenga directamente la OTAN y si fuera así, se implicarían países aliados como China u otros y entrarían en liza los arsenales nucleares: Rusia dispone de unos 11.000 artefactos nucleares y EEUU otros 10.000 aproximadamente, además de los de China, Francia y el resto de los que disponen de potencia atómica. Pero no sería necesario que lanzaran sus bombas unos a otros, con la explosión de unos cuantos se produciría una reacción en cadena. Todos ellos podrían destruir el planeta unas cincuenta veces y/o la vida por los efectos de la radioactividad.

Espero que no haya ninguno de los locos (que hay unos cuantos) que esté tentado a apretar el ‘botón nuclear’. Esto es lo que pesa en los líderes europeos para no intervenir directamente en esta abusiva guerra. Y por eso se han planteado derrotar a Putin mediante el aislamiento y el colapso económico. Parece que han bloqueado los principales recursos financieros (los del país y los de aquellos poderosos incluido Putin), pero hasta la fecha no han cortado el suministro de gas, que supone unos mil millones de euros diarios de consumo. Cerca del 80% del gas que necesita Europa.

Ahora es cuando entran en juego las nuevas estrategias.  La secretaria de Estado adjunta de EEUU, Wendy Sherman, se ha hecho una tourné por Alemania, Francia, España, Marruecos y Argelia, recabando apoyos y conciliando intereses. Y con toda seguridad, preparando los acontecimientos que han venido después, además de otros que vendrán.

Aún sin reconocerlo, el presidente Sánchez ha recibido numerosas presiones de toda la Unión Europea (Alemania y Francia principalmente), además del propio EEUU. Y ya le habían confirmado que, ‘Argelia solo iba a escenificar su enfado, pero que no iría más allá’. No podemos olvidar que esta es su oportunidad, gran parte del gas que Rusia dejaría de suministrar, sería sustituido por el gas argelino (hoy ya cerca de un 40% más caro). Que Alemania y otros se nieguen a comprar el gas ruso, depende de las garantías de suministro desde otras fuentes alternativas, y la más probable y cercana es desde Argelia. El secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken, viajará a Israel (recientemente aliado del rey alauita), Marruecos y Argelia entre el 26 y el 30 de marzo para abordar la invasión rusa de Ucrania, sus consecuencias y las alternativas de suministro de gas, como el ‘gran gaseoducto argelino-europeo.

Solo la presión popular podría dar marcha atrás la decisión del PSOE y Pedro Sánchez de aliarse con Marruecos y abandonar a los saharauis, a pesar de ser responsabilidad de nuestro país propiciar la solución de su autodeterminación.

Los saharauis están solos, son un pueblo paciente, abnegado, luchador…, y sobre todo tienen derecho a que se les respete en su integridad como pueblo y como nación. Pero mucho me temo que finalmente serán abandonados en sus pretensiones. La geopolítica y la economía mundial están imponiendo decisiones que no les favorecen nada: Europa necesita el gas argelino y para eso se requiere de estabilidad en la zona, también que Marruecos consienta que los oleoductos discurran por su territorio. Y Argelia, principal aliado de los saharauis, ha visto la oportunidad de su vida en la tremenda demanda de una fuente casi inagotable y de la que depende toda su economía (casi el 90%); Seguro que escenificarán el enfado, seguirán apoyando a los saharauis, pero sin ir más lejos.

¿Y qué gana España? Con Marruecos, garantizar la no beligerancia (ya veremos hasta cuando), que las ciudades de Melilla y Ceuta sean intocables, que se corte el flujo de inmigrantes y de pateras y retomar al alza las relaciones comerciales. Con Europa, hacerse país estratégico e imprescindible, el oleoducto de gas argelino que ya atraviesa la península y se para en los Pirineos, acabará atravesando hasta el lado francés y, con diplomacia y habilidad, esta ingente obra será financiada por la Unión Europea, porque el suministro podrá suplir todo el gas procedente de Rusia. Y no debemos olvidar que pretenden que España sea un enorme campo solar, para suministrar electricidad a la Unión. Además hay que añadir las plantas de procesamiento del gas licuado procedente de EEUU (que interesadamente se ha ofrecido a suministrar todo el que sea necesario), de las que España tiene disponibles siete, más que toda Europa juntos, baza estratégica e imprescindible en esta situación.

Son muchos los condicionantes políticos, estratégicos y económicos en juego, muchos los intereses de unos y de otros, una nueva redistribución de poderes y también territorial de las áreas de influencia. Y Europa quiere jugar, esta vez sí, bien sus cartas.

Todo esto obviando lo del ‘botón’ al alcance de tantos locos…

JuanM del Castillo

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