El 20 de agosto era la fecha señalada: España e Inglaterra se disputaban la Copa del Mundo de Fútbol femenino. Ese mismo día, María Pérez fue proclamada campeona del mundo de 20 kilómetros marcha. 24 horas antes Álvaro Martín había logrado el oro en la misma prueba en el Campeonato del Mundo de Atletismo, en la misma categoría. Pocas fechas después, estos dos atletas consiguieron el oro en los 35 kilómetros marcha.
Al final, España ganó el Mundial de fútbol femenino y el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, presente en el estadio de Sídney (Australia), celebró el triunfo asiendo con sus manos los huevos, en un gesto similar al de los porteros de discoteca de los años 80 del siglo XX que despejaban la puerta de entrada de forma discrecional a los que le saludaban con una china de hachís en la mano en pago a su generosidad.
El Rubiales, el de por ‘mis huevos’ y sus mantenidos, tuvo la desfachatez de besar en los labios, en el acto de entrega de medallas, a la futbolista Jennifer Hermoso. Él dijo que fue un ósculo consentido, un ‘pico’. Mi padre decía que a este tipo de personajes les daba un pico y una pala para levantar carreteras.
Se montó un buen follón y el citado personaje, ante las críticas de los que denunciaron su comportamiento machista y poco respetuoso con esa profesional del fútbol femenino, dijo en un primer momento que eran una banda de ‘tontos del culo’, ‘idiotas’ y ‘pringaos’. A continuación, se negó a dimitir como presidente y dijo que a lo mejor se había equivocado y que todo fue consentido. Cuando un alto cargo se dirige a una empleada, y más en un acto oficial con millones de telespectadores con el ojo puesto en la final del citado campeonato mundial, la bochornosa actuación de Rubiales fue abuso de poder. Lo que faltó fue que Hermoso, más educada y respetuosa que su jefe, le hubiera propinado un rodillazo en los huevos por comportarse como un cerdo.
Debería haber dimitido inmediatamente después de darse cuenta de cómo había actuado, pero eso no pasa porque está convencido de que no ha hecho nada reprobable. Ese es el problema y se llama machismo. Cree que el cuerpo de la mujer es propiedad de él. Para eso es el jefe. Al final, lo que debería haber sido un día de euforia por la gesta de ganar el Campeonato de Fútbol para España se ha convertido en un insulto a las mujeres porque a un tonto le ha apetecido aguar la fiesta y se han destapado las actitudes machistas de un machista que se agarra los huevos para mostrar su necedad.