Insectos errantes

Insectos errantes

El tema común de este mes, “sinhogarismo”, o la circunstancia de la persona que carece de hogar donde vivir, es, a nuestro entender, complicado de relacionar directamente con los insectos. No obstante, bien pensado, si nos ceñimos realmente a esa primera definición, sin tener en cuenta añadidos como la indigencia que suele ir asociada a dicha condición, podría aplicarse a varios grupos de insectos, como lo serían muchos saltamontes y las mantis religiosas. Nos agarramos por tanto, con su permiso, a ese “clavo ardiendo” para abordar el texto de este mes.

Y es que las mantis religiosas (orden Mantodea) son insectos carnívoros que se alimentan sobre todo de insectos pequeños como polillas, moscas, grillos, saltamontes, etc. y arácnidos y que se pasan su vida, generalmente corta (unos meses), deambulando de acá para allá sin cobijo fijo, durmiendo donde les pilla, habitualmente la ramita de una planta o arbusto, hasta que amanece al día siguiente para retomar su actividad nómada. Al acercarse el invierno, las mantis forman una estructura llamada ooteca que es una especie de masa suberosa o cartilaginosa donde están los huevos pegados unos a otros sin recubrimiento común alguno, que es fijada a cualquier objeto (bajo piedras o troncos, en alguna ramita) para protegerla de la luz solar o, en su caso, del frío invernal. De esa manera pasan el invierno hasta que una nueva generación continúe la evolución de la especie. En la Península Ibérica se han censado 14 especies autóctonas y otras 4 alóctonas, de las cuales en Madrid aparecen más de la mitad. En Rivas-Vaciamadrid son habituales las siguientes especies: Empusa pennata, Iris oratoria, Mantis religiosa, Sphodromantis viridis, Ameles spallanziana y Parameles picteti, entre otras.

A pesar de su fiero aspecto y la mala fama que puedan tener en ciertos ambientes (debida únicamente a nuestra propia ignorancia), son animales muy beneficiosos para los ecosistemas donde viven que no perjudican ni al ser humano ni a los cultivos, que no tienen veneno ni provocan mordeduras y tampoco transmiten enfermedades.

Sufren la presión de diversos depredadores como lo son ciertas aves, los murciélagos, sapos, lagartos y serpientes y algunos invertebrados como las grandes arañas y las avispas. Cuando están directamente amenazadas se mantienen erguidos y extienden sus patas delanteras, con las alas abiertas.

Finalizamos, como es nuestra costumbre, deseándoles un mes excelente tras el pasado enero que dio comienzo a este 2025 que espero sea venturoso para todos ustedes y emplazarles, si son tan amables, a leer la revista que aparecerá en marzo. Y como siempre, agradecerles mucho por estar ahí, dando sentido a esta humilde publicación que, con tanta ilusión, se prepara mes a mes para su consideración.

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