Escarabajos enterradores

Escarabajos enterradores

El tema base del mes, la mortalidad y los cementerios, es fácil de asimilar para compararlo con el mundo de los insectos, ya que podríamos elegir decenas de ejemplos según los distintos grupos. Por centrarnos en un caso concreto, nos decantamos por el que podríamos denominar “un ejemplo perfecto”, ya que se trata de platicar sobre los denominados “escarabajos enterradores”, coleópteros del género “Nicrophorus” (de la familia Silphidae), que si bien no son muy conocidos debido a sus peculiares hábitos de vida, son bastante grandes y se conocen hasta nueve especies en la península Ibérica, de las cuales viven en Madrid algunas y al menos una también aquí, en Rivas-Vaciamadrid.

Los nicroforinos poseen un comportamiento extraordinario y complejo que incluye cuidados parentales a las larvas y comunicación con ellas mediante sonidos (estridulación). Los adultos entierran pequeños cadáveres y con ellos moldean una bola para alimentar a las larvas. La hembra deposita unos pocos huevos en una galería que excava junto a la masa alimenticia, espera hasta que nacen las larvas y les suministra comida periódicamente hasta que completan su ciclo. La especie que vive en nuestro municipio, “Nicrophorus humator”, prefiere pequeños cadáveres como son los ratones de campo, las musarañas o las culebras. Estos insectos localizan esos cadáveres en el campo atraídos por la fermentación amoniacal que se produce en la putrefacción cuando ya ha pasado la fermentación butírica y la caseica (fermentación proteica). Son los machos los que liberan feromonas atrayentes y avisan a otros de su especie —tanto hembras como machos— sobre la situación del cadáver. Si éste es muy pequeño, hay lucha hasta que solamente se apropian de él un macho y una hembra. El tiempo total que transcurre desde el enterramiento y la puesta hasta que las larvas completan su desarrollo y entran en fase de pre-pupa, es muy corto, de unos diez días a dos semanas.

Evitan la competición directa con las moscas que también acuden enseguida con una batería de estrategias que se complementan. A saber: intentar llegar al cadáver los primeros y enterrarlo rápidamente; matar y comer las larvas de moscas que puedan estar presentes y además, combatirlas transportando un contingente de ácaros foréticos que se alimentan de los huevos de éstas.

Otras especies de sílfidos, de géneros como “Silpha” o “Thanatophilus”, mucho más abundantes y habituales por todas partes, tienen hábitos completamente distintos para aprovechar los cadáveres de animales más grandes que mueren en el campo (ovejas, conejos, perros y gatos, équidos, etc), ya que, evidentemente, por su tamaño, no los pueden enterrar.

Esperamos que el relato de la vida de estos enterradores les haya resultado curioso, les deseamos un buen otoño y, como de costumbre, les emplazamos, si ustedes son tan amables, a leer la revista que aparecerá el próximo mes. Gracias.

¡Difunde la noticia!