A la hora de celebrar la Navidad, es bonito ver cómo las casas se llenan de árboles, belenes y adornos temporales con la intención de celebrar -tanto o más que las efemérides religiosas- las ocasiones de reencuentro familiar.
Vivimos en sociedades donde los vínculos familiares están puestos en cuestión, y no precisamente por malvados comunistas o las subversivas “reinas magas” de Manuela Carmena.
La comunidad familiar está en cuestión en una sociedad que nos obliga a trabajar tantas horas y en la que los desplazamientos a la oficina son también tediosos. Incluso, tenemos que mudarnos de localidad para acceder a un empleo (como tantos vecinos de Rivas nacidos en otras partes de la geografía estatal y allende los mares). Con alquileres imposibles, nuestros jóvenes se emancipan más allá de los 30 y las mujeres retrasan su maternidad a la espera de una estabilidad laboral que nunca llega. ¿Cómo van a formar una familia?
Vivir cerca de nuestras redes familiares, sentir su calor y su apoyo no es un lujo, pero sí es algo cada vez más inusual. Durante la pandemia, fuimos dolorosamente conscientes de la cantidad de personas que dan la bienvenida al nuevo año en soledad o con una pantalla como único acceso a la alegría familiar compartida.
La familia también puede ser una cárcel, pero las administraciones públicas tienen la llave para que la vida en familia sea una elección libre, no obligada, y respetuosa con la diversidad ideológica, religiosa, afectivo-sexual y de todo tipo.
Por eso, la medalla de oro de este año no se da en la competición por quién tiene el abeto (navideño) más grande, mal que le pese al alcalde de Badalona. Tampoco por quién tiene las pocas luces de gastar millonadas de dinero público en luces (navideñas), en el año más caluroso de la historia de nuestro planeta, como ha hecho el alcalde de Vigo.
La medalla de oro, pensamos desde Zarabanda, debería ser para quien cumpla nuestros deseos de año nuevo: una reducción de jornada para pasar más tiempo con nuestros seres queridos, un convenio laboral digno para las profes de las escuelitas de nuestros peques y una apuesta por la vivienda pública y el transporte público colectivo. Estas dos últimas cosas permitirían que, algún día, ir a ver a nuestras familias, hijos o nietos, esté a un solo bus de distancia.
Feliz Navidad y próspero Año Nuevo, queridos vecinos y vecinas.