El mundo debe ser lo que la dignidad (probada con la razón) quiere; no lo que quiere Telecinco ni el rey ni un caprichoso intelectual ni cualquier artista siquiera. Sí, el mundo debe ser lo que la equilibrada dignidad quiere, no más.
Y para que eso sea así o para que eso se cumpla, la única fuerza o capacidad que lo puede conseguir es la razón o la fuerza racional. Así es, es la razón bien aplicada lo único que hace cumplir que el mundo tenga lo que esencialmente necesita.
También, el pueblo que no se siembra de paz, ¡nunca será paz!; el pueblo que no se siembra de justos valores, ¡siempre explotará o discriminará!; el pueblo que no se siembra de una receptividad racional o juiciosa, ¡nunca sabrá valorar bien nada!
En efecto, es más importante lo que permite u organiza el bien que el bien dicho una y otra vez por millones de demagogos, de mentirosos, de inconscientes o de estúpidos que, sin parar, roban totalmente la esperanza de que se practique el bien y, además, se aprovechan de que el bien esté enturbiado y confundido por unos siglos venideros.
El caso es que casi los siete mil millones de seres humanos que habitan en este planeta por manía dan consejos una y otra vez de cómo arreglar cosas; sí, pero ni uno precavidamente tiene el exacto cuido que, sin demora, ha de tener racional y éticamente.
No nos engañemos, demasiado se dice lo que no es nada, o lo que no concreta decentemente nada, o lo que no muestra de una vez todos los incontables esfuerzos que requiere cualquier consecución racional. ¡Las cosas como son!
Pero, sin posibles engaños, el mundo debe ser solo lo que la dignidad quiere; no lo que quiere Amancio Ortega, no lo que quiere Mario Vargas Llosa, no lo que quiere Joan Laporta, no lo que quiere Lionel Messi, no lo que quiere Joe Biden, no lo que quiere ni siquiera Pedro Sánchez.
El mundo y todas sus partes deben ser juego limpio y decencia y no explotación. ¡Cierto!, el mundo debe ser lo que la decente racionalidad quiere; o lo que la verdadera o auténtica o no tramposa-falsa racionalidad quiere. ¡Eso!
El mundo debe ser lo que diga un limpio sabio, lo que diga un pobre justo, lo que diga incluso un paria transparentemente consciente o no manipulado. Pero nunca lo que digan esos mismos de siempre, cansinos, esos mismos que no se van al fin… ¡a la Luna o más allá!
José Repiso Moyano