Los medios por los cuales algunos insectos se comunican entre sí no son tan desconocidos por ustedes, puesto que muchas veces hemos visto en documentales de televisión los sorprendentes y avanzados sistemas de comunicación que algunas sociedades de insectos tienen.
Si bien es verdad que la mayoría de los artrópodos tienen formas de comunicarse muy primitivas y elementales, hay otros, como son las abejas, las avispas y las hormigas, que no dejan de sorprender a los científicos por su complejidad y, es más, debido a la falta de conocimientos que tenemos, cada día hay nuevas sorpresas al respecto tras las nuevas investigaciones. Por el momento, no hay límites a los resultados que se obtendrán, sin duda, en las próximas décadas, según vayamos perfeccionando la metodología de dichos estudios. Por citar un ejemplo, estudios científicos publicados el año pasado revelan que las abejas de una colmena tienen comportamientos similares a los de las neuronas dentro de un cerebro. Las avispas, al igual que las abejas y las hormigas, son insectos con un complejo comportamiento social que apenas estamos llegando a comprender.
Las abejas tienen una capacidad de comunicación extraordinaria y extremadamente compleja. Las formas que utilizan los enjambres para comunicarse son verdaderamente únicas y singulares; podríamos decir, utilizando una metáfora quizá no tan afortunada como pueda parecer en principio, que las abejas utilizan una especie de «lenguaje secreto» que, poco a poco, estamos intentando entender y descifrar. Las abejas son animales sociales que desarrollan su vida que forman colmenas de miles de ejemplares en las que es fundamental, para la supervivencia de la propia comunidad, que haya una colaboración continua sólida y compacta. Por esa razón, las abejas han desarrollado lenguajes que pueden extenderse a grandes grupos de componentes sin dificultad. La comunicación es un elemento vital para la colmena, ya que sirve a las abejas para la división de tareas y la transferencia de información. Una abeja excluida de su colmena se enfrenta a una muerte segura (e inútil) en unos pocos días.
Pero ¿cómo se comunican las abejas? Las abejas poseen diferentes mecanismos de percepción del mundo que las rodea muy distintos de los que bajo los parámetros humanos normales podríamos imaginar, ya que tienen órganos sensoriales estructurados de una manera completamente diferente a los nuestros, ojos compuestos y órganos de percepción de olores colocados en algunos segmentos de las antenas, y estos elementos debe ser conocido y estudiado cuidadosamente. El lenguaje de las abejas es muy técnico y se basa principalmente en feromonas (utilizado principalmente por la abeja reina), pero hay otros métodos para transferir información realmente curiosos, como el uso de zumbidos y vibraciones para comunicar a sus compañeras dónde acudir para abastecerse de néctar, indicando la distancia y la dirección en la que ir para llegar a la fuente de alimento.
Y qué decir de las hormigas que, con más de 14.000 especies de hormigas distribuidas por todo el mundo, constituyen uno de los grupos animales más exitosos gracias al desarrollo de medios de comunicación excepcionales para mantener un componente social muy importante. Y, como en el caso anterior, surge de nuevo la pregunta clave: ¿Cómo se comunican las hormigas? Como en el caso anterior, es de varios tipos. Comunicación física: por medio de sonidos produciendo chasquidos con su mandíbula o bien por vibraciones en su abdomen, tanto en adultas, larvas o pupas, que sirven como una llamada o requerimiento de ayuda en alguna tarea o como una llamada de auxilio. Comunicación química: las hormigas se pueden comunicar usando sus antenas, las cuales son uno de sus órganos más sensitivos y les sirven para detectar diferentes tipos de feromonas. Estos compuestos se transmiten como si fueran frases entre las hormigas y pueden emitir una cantidad potencialmente ilimitada de mensajes, incluyendo cantidades numéricas, estas feromonas sirven para el reconocimiento de algún lugar específico, marcar caminos ya explorados o señalar un lugar peligroso o con alimento, también para reconocer a las hormigas pertenecientes a la propia colonia y distinguir a las demás, por lo que ninguna colonia tendrá hormigas produciendo las mismas feromonas que otra.