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El efecto saturación

Todas las cosas que existen pueden saturarse de tal forma límite que, en efecto, lleguen a un riguroso desequilibrio contextual, difícil de eludir en realidad y determinante ya en todos sus vínculos o relaciones.

Sí, la demanda del mundo pide siempre saturación (de hecho, demandar económicamente ya es provocar una saturación) o, dicho más claro, conlleva inevitablemente una directa o indirecta saturación, y ésta en adelante (por lo que desencadena en el “medio”) significa irreversibilidad: cambio drástico.

Equilibrio es que ningún elemento contextual o ninguna especie demanda más de lo que le corresponde (o demanda lo mínimo); pero, en claro, pedir-fabricar muchos coches ya va destruyendo un posible o real equilibrio, ¡por seguro!, ya que nunca lo permite y, a su vez, elimina la exigencia per se del concreto equilibrio.

Obvio, llegando a un cierto límite, el medio natural o cualquier medio contextual siempre actuará no favorable o no beneficiando a las primeras funciones equilibrantes que tenía tal medio al principio; por lo que en lo sucesivo se produce una “burbuja de irrealidad” o de necesidades nunca posibles de cumplir o de satisfacer.

¡Ciertísimo! No es el ser humano el que debe decir o determinar en el mundo cuánto asfalto debe tener la Naturaleza, o cuánto CO2 o cuánta erosión implacable por incendios (evitables) o, ni siquiera, cuánto no idóneo proteccionismo, sino más bien la sinergia de la misma Naturaleza, sí, desde todos sus activos integrantes.

Pero lo que siempre les ha ocurrido a los seres humanos (en un total antropocentrismo o paranoia o asco premiado) es que han desarrollado unas mentes pensando que, muchas cosas que estúpidamente hacen, NO TIENEN GRAVES CONSECUENCIAS. O incluso, en lo que más me dolía antes, “me fusilaban” las advertencias que a sensatez les decía porque ellos preferían sólo seguir en error enloquecido.

La verdad es que, toda saturación, tiene y tendrá unas graves consecuencias que implicarán siempre unos graves desequilibrios para remediar irresponsabilidades o para que el mundo sea mejor. Nada más cierto, cualquier saturación debería estar regulada o precedida por una especial moderación que sólo el racional debe decidir. Nunca el “mediático”, el “vendehúmos” o el “salvapatrias”.

En fin, eso es así, y lo que más se debe reprobar-impedir son las “licencias de saturación” que cada país, cada corporación “listilla” y cada caprichoso ser humano quiere imponer, sin razón alguna.

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