El discurso y su apariencia

Antonio Flórez concejal de Participación CiudadanaHay veces que uno dice unas cosas, pero lo que parece que dice, lo que los demás entienden que dice, es distinto de lo que está diciendo. No es un trabalenguas, es la vida misma. Ayer mismo el sector de Anticapitalistas dentro de Podemos (existe otro sector de ese colectivo que en su día votó por no estar dentro de Podemos, y no sé si mantiene una existencia paralela) lanzó el llamado ‘Manifiesto por Madrid’, que reclama unas primarias conjuntas con todas aquellas fueras políticas del cambio con las que se vaya a ir a unas elecciones en un futuro próximo. El manifiesto aparece pocos días después de que saliera a la luz el acuerdo alcanzado entre la dirección de Podemos Andalucía (encabezada por su secretaria general, Teresa Rodríguez, miembro destacado de Anticapitalistas) e Izquierda Unida de aquella nación. El acuerdo incluye el uso en el futuro de una marca para presentarse a las elecciones que no contiene el nombre de Podemos.

Uno de los principales dirigentes de Anticapitalistas concede hoy mismo una entrevista a ‘Cuarto Poder’ en la que, entre otras cosas, afirma rotundamente que «Anticapitalistas no tiene ninguna intención de romper con Podemos». Ésta sería una de esas «cosas que uno dice» a la que me refería al principio de este artículo, y que fácilmente puede ser entendida por mucha gente de manera diferente, incluso opuesta. La frase, sin embargo, es meridianamente clara, así que ¿por qué puede estar ocurriendo este «malentendido»? La razón, creo, está en que si la interpretación de los actos no cuadra con la que uno puede tener de determinadas frases, de un discurso determinado, lo normal es se quede más con la interpretación de los actos que con la del discurso.

Y sinceramente, yo me encuentro entre esa gente. Interpreto que un acuerdo como el andaluz, que no sólo hace desaparecer el nombre de Podemos de la marca con la que han decidido presentarse a las próximas elecciones, sino que parece contener cuestiones mucho más relevantes, como la elaboración de un censo propio de afiliados/inscritos/militantes o como vayan a llamar a quienes apoyen la candidatura fruto de ese acuerdo, son cuestiones que a  mí me suenan inevitablemente a movimiento en la dirección de crear una fuerza política independiente en Andalucía. Independiente de Podemos, claro, aunque también se puede decir que independiente de IU. Pero uno milita en Podemos, no en IU, y lo que me preocupa es lo que afecta a la primera organización y no a la segunda.

Y, todo hay que decirlo, que a los muy pocos días de que ese acuerdo (y de la confrontación que a raíz del mismo mantiene la dirección andaluza de Podemos con la dirección estatal) aparezca el Manifiesto por Madrid, encabezado por el mismo sector que ha impulsado aquel acuerdo en Andalucía, me hace inevitablemente pensar que una cosa está relacionada con la otra.

Anticapitalistas ha sido la corriente ‘de facto’ que más clara y estructuradamente se ha opuesto a la mayoría que en cada momento ha habido en la dirección (y en la base) de Podemos a nivel estatal. Sin embargo, una vez tras otra, en cada ocasión, sus posiciones han sido derrotadas por esa mayoría. Unas veces por poco y otras por mucho, pero siempre han sido derrotadas. Cuando algo así ocurre, cualquier corriente organizada se plantea qué hacer: ¿seguimos aquí «dando la vara», o nos planteamos la mejor manera de salirnos de esto para constituirnos como organización al margen, sea con nuestro nombre o con el de cualquier otro nombre de unidad popular? Difícil disyuntiva, pero nada novedosa.

Este momento que vivimos no es igual que otros muchos habidos en la historia de las últimas décadas de este país. La losa del bipartidismo ha sido resquebrajada y movida de sus cimientos en los últimos cuatro años. Y por primera vez existe una opción creíble en la izquierda que es netamente diferente del PSOE y que tiene voluntad de englobar no sólo a quienes desde 2011 se han ido incorporando de nuevo o por primera vez a la política, sino a muy buena parte de quienes ya estaban en ella en posiciones de izquierda. Nunca antes se había dado esa conjunción de circunstancias después de la muerte de Franco. Es muy posible que no se vuelva a dar en muchos años más.

Y justo en este momento, me temo que a unos y a otros les esté entrando la prisa por ganar posiciones. Una prisa que a veces tiene que ver con la historia y a veces con el presente. Incluso con una mezcla de ambas cosas. Pero una prisa, una vez más, mala consejera. Creo que el momento no es el de separarse, sino el de seguir manteniendo una opción fuerte dentro de la izquierda. Tan fuerte como sea necesario para ser capaz de aglutinar esos sectores a los que me refería. Porque sin la fortaleza necesaria para ello, la tarea de aglutinar a la izquierda (todas lo sabemos) es ardua, casi diría que titánica. Requiere dejarse muchos pelos en la gatera.

En la historia existen muchísimos casos de opciones políticas que han entendido que otras opciones que estaban justo a su lado no eran de fiar, no eran suficientemente radicales, no luchaban suficientemente duro por los ideales. No soy capaz de recordar ninguna ocasión en que, sin haber un enfrentamiento armado de por medio, cuando se ha optado por dar la espalda a «los otros» no se haya cosechado un fracaso estrepitoso. Y no un fracaso sólo para la organización que decidió dar la espalda, sino frecuentemente para todas.

Los actos deberían estar más de acuerdo con los discursos en estos momentos en que, creo yo, la mayoría de la gente está interpretando los primeros de forma radicalmente distinta de los segundos. No es cuestión de derechos ni de legitimidad (cosa que Anticapitalistas y cualquier otra opción siempre tienen y tendrán), sino de oportunidad y conveniencia.

Antonio Flórez. Concejal de Participación Ciudadana      7-junio-2018

 

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