De hecho, la creciente sensación de urgencia que invade, tiene que ver con la perspectiva de que se produzcan diversos puntos críticos al sobrepasar distintos umbrales ecológicos esenciales que inauguran la posibilidad de una drástica reducción de la vida sobre la Tierra.
Uno de esos puntos críticos sería, por ejemplo, el deshielo total del Ártico, que podría producirse dentro de dos décadas, o me- nos aún. Ya en el verano de 2007 el Ártico perdió en una sola semana una superficie de hielo equivalente a casi el doble de la extensión de Gran Bretaña.
La desaparición del casquete de hielo del Ártico supone una enorme reducción de la reflectividad (albedo) de la Tierra, con el consiguiente incremento brusco del calentamiento global (una retroalimentación positiva conocida como el «vuelco del albedo», la incidencia significativa sobre la diversidad vegetal. «Estudios recientes predicen que el cambio climático podría provocar la extinción de hasta la mitad de las especies vegetales del mundo para fines de siglo».
Al mismísimo tiempo, la rápida desintegración de las capas de hielo en puntos de la Antártida Oeste y de Groenlandia apunta hacia una elevación de los niveles marinos que amenaza las regiones costeras e insulares.
La situación existente de «emergencia planetaria» con respecto al cambio climático la percibía bien James Hansen, director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA y destacado climatólogo estadounidense, en 2008:
El planeta, nuestro hogar, está peligrosamente próximo a un punto crítico en el que los gases de efecto invernadero generados por los seres humanos alcancen tal nivel que los grandes cambios climáticos pasen a desarrollarse por su propio impulso. El calentamiento alterará las zonas climáticas debido a la intensificación del ciclo hidrológico, lo que afectará a la disponibilidad de agua dulce y a la salud humana.
Asistiremos a tragedias reiteradas en las costas, vinculadas a tormentas y a la elevación continua del nivel del mar. Las implicaciones son profundas, y la única solución es que los humanos adopten una vía energética esencialmente distinta en menos de una década. Si no, será ya demasiado tarde para un tercio de las especies animales y vegetales del planeta y para millones de los miembros más vulnerables de nuestra propia especie.
Eulogio González Hernández