Estimados lectores de Zarabanda, este mes en el que empieza la primavera vamos a presentarles a otra especie de aspecto particular e inconfundible que pueden ustedes admirar en nuestros municipios, aunque no es fácil de localizar (el ejemplar de la ilustración lo fotografié el 17 de agosto de 2016, en el bosque galería del río Henares, en la vecina localidad de San Fernando de Henares). Se trata del denominado “caballito del diablo patiblanco”, Platycnemis latipes para los científicos, un odonato de cuerpo muy delgado y tamaño mediano (mide entre los 33 y 37 mm de longitud y una envergadura alar de 45 mm), con dimorfismo sexual muy aparente. Los machos son de color blanco marfil con un toque azulado, mientras que las hembras tienen tonalidades marrones o anaranjadas; el color de los ojos es azulado en los machos y pardo o grisáceo en las hembras. En los machos de este género es característica la dilatación de las tibias de los pares de patas medias y posteriores, con un ensanchamiento muy pronunciado; en las hembras, dicho ensanchamiento es bastante menor.
Este “caballito del diablo” es un endemismo de la península ibérica y el sur de Francia; se distribuye por toda España y Portugal y no es rara en la Comunidad de Madrid. Aunque está catalogado como especie «rara» en el Anejo II de la Directiva Hábitat es una especie que donde aparece suele ser abundante. Prefiere arroyos y ríos de caudal y corriente moderada, con vegetación acuática y ribereña, pero también aparece en charcas y embalses de pequeño tamaño, siempre que tengan abundante vegetación emergente en los bordes. Sus larvas se desarrollan en uno o dos años y se alimentan de larvas de otros insectos, principalmente efemerópteros, dípteros, plecópteros y coleópteros, depredando activamente sobre las larvas de los mosquitos. Las mayores amenazas para esta especie son la pérdida de hábitat y la contaminación de las aguas.
Y ahora vamos con algunas curiosidades de esta especie. Como sucede con muchos congéneres, en la época de reproducción, durante la cópula, los machos enganchan a las hembras por la cabeza para evitar que sean fecundadas por otros machos y así tratar de garantizarse la paternidad de la puesta. Esta conducta agresiva tiene lugar durante el apareamiento. Platycnemis latipes posee dos estrategias muy sofisticadas para asegurar que la descendencia lleve los genes del macho que ha copulado en último lugar. Las hembras almacenan el esperma en una bolsa copuladora y en dos órganos llamados espermatecas, ubicados en el abdomen. Cuando los machos se aparean vacían de esperma de la bolsa, atrapándolo con una serie de espinas que poseen en el órgano copulador (edeago). En ocasiones, las espermatecas son más estrechas que el edeago, por lo que el macho no puede extraer directamente el esperma del competidor; sin embargo el muy bribón puede usar el edeago de una forma diferente: estimula a la hembra de la misma manera que lo haría un huevo en el momento de la puesta, induciendo de esta forma la expulsión del esperma de las espermatecas.
José Ignacio López Colón