Educarnos es vivir el presente.

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A la hora de pensar y de hablar de la labor educativa se da una doble mirada: por una parte se trata de ir preparando para la vida y por otra no podemos olvidar que los tiempos dedicados a la formación forman también parte de la vida. Es decir, mientras nos aplicamos en la actividad que nos prepara para el mañana, no podemos dejar de considerar ni de cuidar el día a día en el que estamos.

Esta doble mirada toma mayor trascendencia en estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir. En las escuelas lo estamos viendo: algunas parece que quieren obviar esta realidad y ponen toda su atención, además de tratar de protegerse del virus, en el desarrollo del programa, en no perder contenidos; mientras, otras escuelas dan prioridad al día a día y centran su labor en tratar de atender y cuidar las emociones del momento presente, intentando asegurar un entorno donde predomine la tranquilidad y el bienestar en lugar del temor y la angustia.

De alguna manera este dilema también se da en nuestros hogares. Durante el confinamiento las familias nos vimos inmersas en él. Y en este nuevo curso, con la incertidumbre que conlleva la falta de seguridad en las condiciones y en la duración del tiempo de escolaridad, estamos en una situación bastante similar. Nos encontramos en la necesidad de implicarnos de distinta manera en la actividad escolar de nuestras criaturas, y en cada casa damos respuesta, en la medida de nuestras posibilidades y de nuestra visión sobre la vida y la escuela.

Nos centramos en la tarea escolar, nos empeñamos en controlar, dirigir, exigir, ayudar… convirtiéndola en el centro de la relación, en muchos casos conflictiva, con nuestros hijos e hijas o, por el contrario tratamos de mantener con ellos el contacto y el diálogo sobre su situación, y la nuestra, dando cabida a la inseguridad, el temor, la angustia que podemos sentir y tratamos de generar una convivencia que nos dé un entorno afectivo lo más seguro posible.

Está claro que no son opciones incompatibles. De hecho, supongo que nuestras dudas se derivan de cómo tratamos de ir manejándolas en el día a día.

Desde nuestra idea de educación y de crecimiento, defendemos que es importante centrarse en la relación personal, en mantener el diálogo, el encuentro, la comprensión, la colaboración en el hacer cotidiano, para que el ambiente sea lo más tranquilo y agradable posible. Porque, en la medida que se consiga una relación fluida y segura, se podrán abordar con mejores perspectivas las distintas circunstancias que se den. Y, sobre esa base, entendemos que cada cual desde su situación, sus capacidades y su autonomía, irá dando respuestas para crear este ambiente, con la confianza de poder asumirlo y realizarlo. Y nuestros hijos e hijas tendrán entonces la certeza de que no están solos, que siempre podrán contar con el apoyo y los recursos que le ofrecen quienes le quieren y con quienes convive.

Y así nos educamos mutuamente compartiendo el aprendizaje de vida que vamos adquiriendo en el hacer cotidiano.

Colectivo EQS – Miembros del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (http://www.mcep.es)

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